R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. R.
en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.
Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28)
Así dice el Señor Dios: "Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-,y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: "No es justo el proceder del Señor. "Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Salmo responsorial (Sal 129, 1-2. 3-4. 5-7a. 7bc-8)
R. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora. R.
Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y el redimirá a Israel de todos sus delitos. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 20-26)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»
Viernes de la Primera semana de Cuaresma, para ponernos de verdad en marcha en la escalada cuaresmal. Quizá nos ha pillado un poco despistados el miércoles de ceniza, y aunque lo vivimos con ceniza en el pelo, quizá no llegamos a meternos en la faena de la conversión. La Cuaresma es para la conversión del corazón y, como consecuencia, de nuestra acción; pero eso lleva su proceso y si no nos ponemos en serio se nos pasan los 40 días y no hemos subido ni los dos primeros escalones.
Los viernes tienen que ser días especiales en esta cuaresma. Que la penitencia exterior que hacemos prescindiendo de la carne en la comida, es decir, del lujo, nos impulse a escalar ágiles por la montaña del desierto. Como veis, son todo imágenes de un esfuerzo grande. Caminar por el desierto y más si es subiendo una montaña, supone lucha, supone sudar, supone remontar del cansancio, supone renunciar a cosas superfluas que nos pesarían en exceso, supone centrarnos pacientemente en el camino y olvidarnos de otras distracciones que nos harían retrasar la llegada…
Además de este balance general de cómo vamos viviendo la Cuaresma, el evangelio de hoy pone el acento en la coherencia, en la verdad y en el perdón. Nuestro Papa Francisco es en esto machacón. Nada de darse golpes de pecho y luego tener al lado un hermano abandonado, nada de decir mucho y hacer poco…, nada de ir a misa muy “devotos” y luego tener mil pleitos con los hermanos. El Papa, y el Señor, nos piden honradez y limpieza de corazón. Antes de presentar una ofrenda ritual, se nos pide reconciliación con el hermano. Eso sí que es una verdadera ofrenda a Dios.
¡Cómo será esto de importante que el mismo Señor de la misericordia avisa que si no se vive así quizá te metan en la cárcel y no salgas de allí hasta pagar el último cuarto!
No por el temor, Señor, sino por el amor a ti y a los hermanos, quiero convertir mi corazón. Ayúdame desde este viernes a irlo haciendo, sin prisa, pero sin pausa.
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Para escuchar el salmo cantado: https://www.youtube.com/watch?v=WAHJDWVQtmA
Lectura del libro de Ester (14, 1. 3-5. 12-14)
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.»
Salmo responsorial (Sal 137, 1-2a. 2bc y 3. 7c-8)
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad;
cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 7-12)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»
1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2. Petición. “Concédenos, Señor, la gracia de practicar siempre el bien, y, pues sin ti no podemos ni siquiera existir, haz que vivamos siempre según tu voluntad.” (Oración colecta de la misa). Pedimos también por Juan José Tobar que está hospitalizado, sometido a un tratamiento delicado. También por Abelardo, que ha sido hospitalizado el lunes con fiebre. Que el Señor les devuelva la salud.
3. Puntos para orar: estamos en Cuaresma, un tiempo de conversión. Y a la conversión, la actitud permanente del alma de un cristiano, nos dirigimos a través de la oración y la penitencia. Hoy las lecturas de la misa nos hablan de cómo tiene que ser nuestra oración. Con un ejemplo del Antiguo Testamento, la reina Ester, que vive una situación de extrema angustia y nos muestra cómo tenemos que orar. En la oración nos va la vida y la de los demás a los que queremos. La reina Ester veía que de ella dependía la salvación o condenación de todo su pueblo, que estaba ya condenado al exterminio. Y puso toda su confianza en el Señor. Y fue escuchada y el pueblo de Israel se libró por su intercesión de la muerte.
4. Resumen de una homilía del Papa Francisco en 2014 sobre la oración de Moisés, otro amigo de Dios:
La oración es una lucha con Dios, y se hace con libertad e insistencia, como un diálogo sincero con un amigo. Esta oración cambia nuestro corazón, porque nos hace conocer mejor cómo es Dios realmente. Dios quiere castigar a su pueblo porque se ha hecho un ídolo, el becerro de oro. Moisés reza con fuerza al Señor para que se lo vuelva a pensar, es una verdadera lucha con Dios. Una lucha del jefe del pueblo para salvar a su pueblo, que es el Pueblo de Dios. Y Moisés habla libremente, también con insistencia. Moisés insiste. Es valiente. La oración debe ser también “un negociación con Dios”, argumentando. Moisés al final convence a Dios y la lectura dice que “el Señor se arrepiente del mal con el que había amenazado a su pueblo”. Pero, ¿qué ha cambiado aquí? ¿Es el Señor el que ha cambiado? Yo creo que no. El que ha cambiado es Moisés, porque él creía que el Señor habría hecho esto, creía que el Señor destruiría al pueblo y él busca, en su memoria, el recuerdo de cuán bueno había sido el Señor con su pueblo, cómo lo sacó de la esclavitud de Egipto y lo llevó adelante con una promesa. Y con estas argumentaciones trata de convencer a Dios, pero en este proceso es él quien reencuentra la memoria del pueblo y recibe la misericordia de Dios”. Este Moisés que tenía miedo, miedo de que Dios hiciese otra cosa, al final desciende del monte con algo grande en el corazón: nuestro Dios es misericordioso. Sabe perdonar. Rectifica sus decisiones. Es un Padre. Todo esto, Moisés lo sabía, pero lo sabía más o menos, y en la oración lo confirma.
Esto hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón. Nos hace entender mejor cómo es nuestro Dios. Por eso es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías -Jesús dice ‘como hacen los paganos’-. No, no, hablar con la realidad. Pero, mira Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con esto, con lo otro… ¿Qué puedo hacer? Pero mira, Tú no me puedes dejar así’... ¡Esta es la oración! ¿Cuánto tiempo toma esta oración? Toma su tiempo”. Es el tiempo que necesitamos para conocer mejor a Dios, como se hace con un amigo, porque Moisés, dice la Biblia, rezaba al Señor como un amigo habla a otro amigo. La Biblia dice que Moisés hablaba con el Señor cara a cara, como un amigo –recordó-. Así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones. ¡Incluso reprendiendo al Señor un poco!: ‘¡Tú me prometiste esto, y no lo has hecho…!’; así, como se habla a un amigo. Abrir el corazón a esta oración. Moisés bajó del monte fortalecido: ‘He conocido más al Señor, y con la fuerza que le había dado la oración, retoma su misión de conducir al pueblo hacia la Tierra prometida. Porque la oración fortalece, fortalece. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia. Pidamos el Espíritu Santo que Él nos enseñe a rezar, como rezó Moisés, a negociar con Dios, con libertad de espíritu, con valentía. Y el Espíritu Santo, que está siempre presente en nuestra oración, nos conduzca por este camino.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús, Avemaría a la Virgen.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10)
Vino la palabra del Señor sobre Jonás: - «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive: «Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.» Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19)
R. Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11, 29-32)
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: -«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
Hoy hace una semana que comenzamos la santa cuaresma, tiempo de renovación para cada uno y para toda la Iglesia, pero sobre todo, “es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (Mensaje del papa Francisco para esta cuaresma)
La oración de cada día debe ser un momento privilegiado para sentir con la Iglesia, así ha der ser siempre pero con más intensidad en los tiempos litúrgicos fuertes.
Podemos comenzar ayudándonos de la oración antífona de la misa: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Que no triunfen de nosotros nuestros enemigos. Sálvanos, Dios de Israel, de todos nuestros peligros”. Esta es una oración-deseo: confiados en Dios que es todo ternura y misericordia, le pedimos su ayuda para vencer a nuestros enemigos, tanto internos (concupiscencias) como externos, que en el leguaje clásico son el demonio y el mundo; y estos deseos deben ser tanto para nosotros y para todos nuestros hermanos.
El salmo que la Iglesia nos propone hoy es el 50, conocido como el Miserere, atribuido al rey David y considerado como el salmo penitencial que mejor expresa los sentimientos de contrición y arrepentimiento de aquel que se sabe y se siente pecador:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.5Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
El Evangelio, es según San Lucas (Lc 11, 29-32). Muchos acudían a escuchar a Jesús, pero algunos desconfiaban de Él. Estos decían que sólo creerían en Jesús si hacía un gran milagro. Jesús comprendiendo sus prejuicios dijo: “Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación”.
Los hombres de aquella generación fueron muy incrédulos (Jesús les define como perversos), a pesar de todo lo que hacía Jesús y ellos lo veían. A pesar de todo, no le creían. Entonces Jesús, en esa ocasión, no hizo milagros, por su falta de fe. Pero les anunció que pronto, Él, al igual que Jonás, sería un signo de salvación. Jonás lo fue para la ciudad pecadora de Nínive y Jesús para toda la humanidad, igualmente pecadora. El signo de Jesús es su Pasión, Muerte y Resurrección. Pablo VI, en un poema bellísimo se preguntaba: “Dime, Jesús, quien eres”. Y responde: “Tú, Jesús, eres el Hombre que encierra dentro de sí la amplitud del cielo, eres el milagro que pasa sobre los senderos de nuestra tierra”.
Los hombres de nuestra generación, dos mil años después de la Redención, siguen desconfiando de Jesús. En general no creen en Jesús Salvador. Para el Papa Francisco, esta generación actual se puede definir por su indiferencia, indiferencia que está totalmente generalizada. “Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos. (Mensaje de Cuaresma 2015). Pero añade el Papa que Jesús no es indiferente para con nosotros. “(Jesús) Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. …su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede”.(Mensaje de Cuaresma 2015).
Creo que la oración es el gran antídoto contra la indiferencia que denuncia el Papa, una tentación real de la que ningún cristiano moderno está libre. Por eso cada día necesitamos un tiempo tranquilo y prolongado de oración, tiempo para escuchar a Jesús y sentir con la Iglesia.
Lectura del libro de Isaías (55,10-11)
Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
Salmo responsorial (Sal 33,4-5.6-7.16-17.18-19)
R. El Señor libra de sus angustias a los justos
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. R.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
El pasado miércoles de ceniza la Palabra de Dios nos proponía las obras cuaresmales para alcanzar la gracia de la conversión: la oración, el ayuno y la limosna. Cada día de cuaresma, las lecturas de la misa nos hablan de una de estas tres obras. Hoy se nos habla de la oración: Jesús enseñándonos a orar. Nada mejor para iniciar hoy nuestra oración que ponernos ante Jesús y decirle con fe: “Señor, enséñame a orar”. Nos puede ayudar esta oración de Francisco Cerro:
Señor, enséñanos a orar,
pues nos cansamos enseguida
de estar contigo;
sin embargo, sabemos que al orar
somos más entrega,
tenemos más fuerzas,
amamos más todos.
Haz, señor,
que seamos orantes
a corazón abierto,
a pie descalzo,
con entrega incondicional.
No queremos al orar
usar muchas palabras,
pues sabemos
lo que tú ya sabes.
Sólo queremos orar
en lo secreto,
creer que no sabemos orar,
y que tú nos manda tu Espíritu,
capaz de transformarnos
y hacer de nuestra pobre oración
un canto de amor
forjador de esperanzas. Amén.
Jesús nos enseña orar con el Padre nuestro. Con esta oración nos invita a entrar en su Corazón, a tener sus sentimientos de hijo, a valorar las cosas importantes que debemos pedir. Parece que el Señor quiere evitar nuestra “palabrería” en la oración, es decir, que en la oración solo hablemos de nuestras cosas, demos vueltas y vueltas a nuestras preocupaciones, que Dios Padre bien conoce. El Padre nuestro nos hace participar de la oración de Jesús, una oración con corazón universal, sintiéndonos hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Así nos lo dice el Compendio del Catecismo, en estos textos, que podemos saborear en este rato de oración:
· Podemos acercarnos al Padre con plena confianza, porque Jesús, nuestro Redentor, nos introduce en la presencia del Padre, y su Espíritu hace de nosotros hijos de Dios. Por ello, podemos rezar el Padre nuestro con confianza sencilla y filial, gozosa seguridad y humilde audacia, con la certeza de ser amados y escuchados (582).
· Rezar el Padre nuestro es orar con todos los hombres y en favor de la entera humanidad, a fin de que todos conozcan al único y verdadero Dios y se reúnan en la unidad (585).
El Padre nuestro es Palabra de Dios, una oración que si la rezamos con fe, produce fruto en nosotros, como esa lluvia de la que habla el profeta Isaías que no vuelve al cielo sino después de empapar la tierra y de hacer germinar y fructificar la semilla depositada en ella. Terminamos nuestra oración pidiendo que esta cuaresma produzca frutos de conversión en nuestras vidas.
Lectura del libro de Isaías (58, 1-9a)
Así dice el Señor Dios: «Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios. "¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?" Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy."»
Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 5-6a. 18-19)
R. Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15)
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: -«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: -«¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunaran. »
Te damos gracias por tu Encarnación; eres el Hijo Eterno de Dios, pero no te importó rebajarte y hacerte hombre. Te damos gracias por tu Muerte y Resurrección; obedeciste la voluntad del Padre hasta el final y por eso eres Señor de todos y de todas las cosas. Te damos gracias porque en la Eucaristía te has quedado entre nosotros; tu Presencia, tu Sacrificio, tu Banquete nos invitan siempre a unirnos a Ti. Nos llamas a trabajar contigo Queremos ir adonde Tú nos envíes a anunciar tu Nombre, a curar en tu Nombre, a acompañar a nuestros hermanos hasta Ti.(De la Carta Pastoral del Emmo. y Rvdmo Sr. D. Antonio Mª Rouco Varela, Cardenal-Arzobispo de Madrid dirigida a los jóvenes con ocasión de la Cuaresma)