Empezamos nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el
fuego de tu amor”.
Hoy quiero proponerte, a la luz de
las lecturas de este día, que medites sobre la coherencia en tu vida y como
fundamento de todo esto, en tu relación con Dios. En especial, en el tema de la
Eucaristía. A lo mejor para ti no es sacrificio el acudir a Misa, pero puede
que sí. Si es así, pregúntate ¿Por qué me resulta un sacrifico enorme ir a
Misa? Sobre todo entre semana. ¿Por qué me cuesta tanto?, ¿no debería ser una
alegría muy grande ir a ver a Aquel que es tu gran Amigo?. En la Eucaristía, Él
se ofrece como víctima porque te ama con locura. A lo mejor es que de verdad no
tienes tiempo ya que tienes ocupaciones que las ha querido el Señor para ti, por
ejemplo, cuidar de tu familia, tu trabajo. No te preocupes, sabes que estás
donde el Señor te pide y eso ya es un sacrificio ofrecido con amor a Él y Él te
ha puesto ahí y por lo tanto lo comprende. Por eso, si es así, dedícate a lo
que Dios te ha encomendado con esmero, que eso a Dios le encanta.
Como dice salmo, te ofreceré Señor un sacrificio de
alabanza, acude siempre que puedas a alabar y adorar a Dios en la
Eucaristía. Allí te unes a toda la Iglesia en un mismo cuerpo, que es Cristo.
En el Evangelio, el Señor nos habla,
de la coherencia de vida. Estamos empezando el curso. Sabemos que es difícil
ser coherente siempre, flojeamos, somos débiles y nos dejamos vencer por
nuestros instintos. Sería muy bonito si hoy en este rato de oración le
ofrecieses al Señor, al principio este curso, y para todo el año, el compromiso
de la perseverancia. Así construirás tu casa sobre roca y no sobre tierra.
¡¡Siempre firmes en el Señor!!
Le Pedimos a nuestra Madre, la Virgen
María, que nos enseñe a ser coherentes con nuestra fe y que nos consiga del
Señor el don de la perseverancia en su Amor.