19 septiembre 2016. Lunes de la XXV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

* Primera lectura y salmo: Durante estos días escuchamos la lectura de los Libros del Antiguo Testamento, los Libros "Sapienciales". Con este título se agrupan varios Libros cuya característica es recoger las reflexiones de tipo moral y filosófico que estaban en curso en los países limítrofes de Israel. Esas máximas de Sabiduría, -que podrían también llamarse de «buen sentido»- son un bien común de todos los pueblos. Si se han introducido en la Biblia, libro sagrado, es debido al criterio de los «sabios» que las recogieron y recopilaron. Estos creyeron que toda «sabiduría humana» deriva de la Sabiduría de Dios, puesto que, cuando el hombre es inteligente, cuando descubre una parte de verdad, participa de alguna manera de la Inteligencia divina.
Por esto, todo hombre, desde que existe la humanidad hasta ahora, estábajo el influjo del Verbo de Dios, como dirá el prólogo de san Juan.
¿Estoy también yo atento a los movimientos del pensamiento humano de «mi época» tratando de contemplar la Verdad divina que se encuentra expresada en ellos?
Son también máximas de buen sentido. Pueden parecer muy a ras de tierra; pero la vida cotidiana es así. Y allí nos espera Dios.
Ser un hombre de "paz", de "perdón", de "reconciliación": el Evangelio está cerca... es Jesús quien está ahí en esas máximas humanas. Y es Jesús quien está presente cada vez que un hombre toma estas actitudes. ¡Ayúdanos Señor, a tomarnos en serio nuestra sencilla vida humana!
Una idea muy subrayada es que Dios no es amigo de los malvados. Estos pueden reírse de todos, incluso de Dios, pero al final "Dios se burla de los burlones y concede su favor a los humildes". Es la idea que recoge el salmo. El justo es el que acierta en la vida, a pesar de que parezca que los cínicos se salen con la suya: "el que procede honradamente... el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino... el que así obra, nunca fallará".
* Evangelio: El Señor ha sembrado, en nuestros corazones, su Palabra que nos santifica. Esa Palabra debe ser fecunda y producir en nosotros abundantes frutos y que otros se alimenten de ellos para que tengan vida en abundancia. La vida que hemos recibido de Dios, vida que nos ha iluminado sacándonos de nuestras tinieblas y esterilidades, no puede ocultarse cobardemente, ni puede vivirse como si fuera de un grupo cerrado incapaz de dar vida a los demás. El Señor nos quiere apóstoles, capaces de llevar su vida, su salvación a todos.
Él nos envía a todo el mundo, hasta sus últimos rincones, para que el don de la salvación que se nos ha comunicado, pueda iluminar la vida de todos los hombres y puedan todos caminar a la luz del Señor, ya no como enemigos, ni como esclavos del pecado, sino como hijos de Dios, purificados gracias a la Sangre del Cordero inmaculado. Quien se convierta en mensajero de salvación recibirá en abundancia los dones que Dios quiere hacer llegar a todos.
Oración final:

Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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