Hoy celebramos la memoria del nombre
de María. El nombre tiene una gran importancia en la Biblia. Esta realidad no
es de extrañar por el alto valor antropológico del nombre en la relación entre
las personas. Por el nombre, el rostro, la voz reconocemos a las personas. El
nombre nos permite comunicarnos con alguien. En la virtud de la religión el
nombre nos permite invocar a Dios tal y como se nos a revelado,
identificándole. También a aquellos que Dios ha puesto como mediadores. En la
tradición cristiana el nombre más importante es el de Jesús y junto a él el de
María que hoy recordamos.
Esta canción, llena de cariño, nos
puede servir de oración. Podemos añadir nuestra propia letanía de cariño a
nuestra madre del cielo. Con san Bernardo podemos constatar el valor de invocar
a María; ella es puerto seguro de salvación. El santo comenta las palabras del
evangelista Lucas: “y el nombre de la virgen era María”. Si tienes
tiempo léelo despacio, saboréalo, identifícate con el santo, experimentaras la
verdad de sus palabras en tu vida:
“Decimos algunas palabras sobre este
nombre que se traduce como "Estrella del mar" y que conviene
perfectamente a la Virgen María.
Se la compara a un astro que difunde
su luz sin disminuir de intensidad, así como la Virgen da a luz a su hijo sin
perder nada de su pureza virginal.
Los rayos no disminuyen la
luminiscencia del astro y el Hijo no quita nada a la integridad de la Virgen.
Ella es esta noble estrella salida de
Jacob, cuyos rayos iluminan el universo entero, brillan en los cielos y
penetran hasta en los abismos. Ella irradia la tierra, calienta las almas en
vez de los cuerpos, favorece el desarrollo de las virtudes y consume los
vicios.
Ella es esta estrella bonita y maravillosa que tenía que mostrarse sobre los mares inmensos con la brillantez de sus méritos y la luz de su ejemplo.
Ella es esta estrella bonita y maravillosa que tenía que mostrarse sobre los mares inmensos con la brillantez de sus méritos y la luz de su ejemplo.
Quienquiera que seas, en este mar que
es el mundo, tú, que antes de pisar la tierra firme te sientes zozobrando en el
medio de huracanes y tempestades; no alejes nunca tus ojos de la luz de este
astro, si no quieres verte inmediatamente sumergido de las olas de la marea. Si
el viento de las tentaciones te asalta, si se te interponen los escollos de la
desgracia, mira a la Estrella,
preséntate a María.
Si la cólera, la avaricia y la
seducción de la carne hacen zozobrar la frágil barca de tu alma, dirige tu mirada a María.
Cuando, atormentado por la enormidad
y atrocidad de tus culpas, avergonzado de las miserias de tu conciencia,
aterrorizado por la amenaza del juicio, comiences a sentirte amenazado por el
abismo de la tristeza y la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en la angustia, en la incertidumbre, invoca a María.
Que su nombre nunca abandone tus labios y tu corazón. Y para obtener el sostén de su oración no ceses de imitar el ejemplo de su vida.
En los peligros, en la angustia, en la incertidumbre, invoca a María.
Que su nombre nunca abandone tus labios y tu corazón. Y para obtener el sostén de su oración no ceses de imitar el ejemplo de su vida.
Siguiéndola no te perderás; orándole
no conocerás la desesperación; pensando en ella no errarás. Si ella te
sostiene, no te hundirás; si ella te protege, no tendrás temor de nada. Debajo
de su guía no se teme la fatiga; con su protección alcanzarás el puerto.
Tú probarás entonces, con tu experiencia personal, cuánta verdad había en aquellas palabras: "El nombre de la Virgen era María".
Tú probarás entonces, con tu experiencia personal, cuánta verdad había en aquellas palabras: "El nombre de la Virgen era María".