Hoy celebramos la fiesta de san
Lucas, evangelista.
Su evangelio. El evangelio de la
misericordia en este año de la misericordia nos hace ver, gustar y palpar las delicadezas del corazón de Cristo.
Recordando cualquiera de sus parábolas, como la del “hijo pródigo”, mejor, la
del “padre misericordioso” son encontramos en la presencia nuestro más fiel amigo que nunca
falla.
En la antífona de entra en la
Eucaristía de hoy nos habla de salir, Dejar de ser nuestro propio centro y ser
punto de circunferencia con esas cuatro palabras: pies del mensajero, que
anuncia, trae, pregona la victoria. El mensajero está siempre en marcha. Lleva un
mensaje que debe de anunciar y pregonar. Y con más razón si es la buena
noticia, que significa evangelio.
San Lucas aparece en la carta de san
Pablo a Timoteo. La verdad que son unos versículos entrañables. Se dirige a
Timoteo, su “hijo en la fe” para desahogarse que se siente sólo. Sólo Lucas
está conmigo, su médico. Este es el texto: “Querido hermano: Dimas me ha
dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marcha a Tesalónica;
Crescente se ha ido a Galacia; Tito a Dalmacia, Sólo Lucas está conmigo… la
primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió…” Es un texto emocionante. ¡Cómo san
Pablo es sensible a la verdadera amistad! Necesita de la presencia de los
amigos. Amigos que le sostengan en la soledad y en las pruebas, que sean una
imagen viva de Cristo.
Y el Evangelio de hoy es una nueva
llamada a salir, a responder a la llamada de Cristo a preparar los caminos del
Señor; En aquel tiempo,
designó el Señor a otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en
dos, a todos los pueblos
adonde pensaba ir él. Y les decía “La mies es abundante y los obreros pocos;
rogad, pues, pues al dueño de la mies que mande obreros a su mies”: Poneos en
camino…, salid de vosotros
mismos.
San Lucas, seguramente quedó
contagiado del corazón misericordioso de María, que nos comunicó en su
evangelio. Dejémonos contagiar de ese corazón virgen de María Madre.