31/3/2012, Sábado de la quinta semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Ezequiel (37, 21-28)

Así dice el Señor: «Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una afianza de paz, afianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.»

Salmo responsorial (Jr 31, 10. 11-12ab. 13)
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño.» R.

Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte.
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R.

Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (11, 45-57)

En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: -«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: -«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: -«¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

31 marzo 2012. Sábado de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Tanto el evangelio como la lectura del profeta Ezequiel aluden a la finalidad de la Pasión del Señor que ya vamos a revivir en la Semana Santa; en ambos casos se dice que el sacrificio de Jesús es para la salvación del pueblo (“conviene que uno muera por el pueblo”, proclama el sumo sacerdote) y el establecimiento de una nueva alianza (“alianza eterna” entre Dios y su pueblo), que el profeta vislumbra como la definitiva acción salvadora del Señor.

Podemos en consecuencia, y como por adelantado, contemplar de conjunto la Pasión del Señor, pidiendo a la Virgen dolorosa que nos alcance el don de ver a Cristo entregado y crucificado como ella lo vio, desde la fe, el amor y la esperanza.

DIOS SE PARTE Y SE REPARTE

El don del amor de Dios desciende sobreabundante y salva al hombre, a todo hombre y siempre. La decisión de Jesús de llevar su amor hasta el extremo, hasta la muerte en cruz, es la manifestación de un hecho inaudito que está como contenido y viene exigido por la encarnación: Dios se solidariza con el destino del hombre, asume su dolor, su impotencia, su muerte. Un Dios encarnado es un “Dios para la muerte”, un Dios que asume mi muerte, mi dolor, mi impotencia y las rescata para hacerme “capaz de Dios”, convertirme en un hombre divinizado, en comunión con la vida y el amor de Dios.

“HE AQUÍ QUE ME HAS DADO UN CUERPO… AQUÍ ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD”

La muerte de Jesús no fue un accidente ni consecuencia sólo del complot de los enemigos de Cristo. En ella, Jesús, el Hijo obediente, mediante la entrega de su vida, salva nuestra desobediencia. Él, que ha recibido un cuerpo (una naturaleza humana) del Padre, se entrega como hombre, entrega su cuerpo, su pasión, su muerte, para rescatar de la desobediencia a todos los hombres, sus hermanos.

Que la Virgen dolorosa y de la esperanza, nos ayude a vivir en su intimidad estos santos e inabarcables misterios de redención: ¡Que seamos conmovidos y trastornados por el misterio del amor de Dios entregado!

30/3/2012, Viernes de la quinta semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías (20, 10-13)

Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo.» Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él.» Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

Salmo responsorial (Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7)
R. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.

Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte. R.

En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42)

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: -«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?» Los judíos le contestaron: - «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.» Jesús les replicó: -«¿No está escrito en vuestra ley: "Yo, os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.» Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: -«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él allí.

30 marzo 2012. Viernes de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Van pasando los días de la Cuaresma y ya nos vamos acercando a la Semana Santa de modo vertiginoso. La Liturgia de la Iglesia nos proponía al comienzo de este tiempo recorrer la “escalada cuaresmal” pues de eso se trata, de una ascensión progresiva hacia la cumbre del Calvario. En ella, al igual que en las ascensiones de montaña, es necesario el esfuerzo, la ascesis y el desprendimiento de todo aquello superfluo, para llegar a la cumbre Esta no es otra que la identificación con Jesucristo, y este crucificado.

La Iglesia nos proponía tres medios para vivir con fruto esta cuarentena: la práctica de la limosna, la oración y el ayuno. Además de estas prácticas, en las cuales uno participa como sujeto activo (yo hago limosnas, hago oración o ayuno), también una manera de identificarse con Jesucristo crucificado es permanecer como Su madre al pie de la cruz. Es esta una forma de ascesis complementaria a la anterior y, quizás, más segura, puesto que no somos nosotros los que elegimos y medimos nuestras fuerzas, sino que nos adherimos a las cruces que Él nos manda.

Para el Padre Morales, permanecer al pie de la cruz del Señor es también aceptar las propias cruces, es “aceptar con amor los sufrimientos pequeños o grandes, pasajeros o persistentes” “desapareciendo en las monótonas obligaciones de cada día” sin renegar de ellas. En un mundo que vive obsesionado por el bienestar, esclavizado por la búsqueda del placer y el éxito, el creyente es tentado contra este estilo de vida que es el de Jesús pobre y obediente. Porque, además, ni siquiera es un estilo de ascesis llamativo. No es una santidad brillante, todo lo contrario. Es el estilo de santificación de la Virgen que “se sabe ocultar siempre sin llamar la atención nunca”.

En estos últimos días que nos quedan de la Cuaresma, pidámosle a la Madre que nos conceda la gracia de entrar por este camino de santidad, el de aceptar nuestras pequeñas cruces de cada día, preparándonos para cuando llegue el momento de permanecer al pié de la cruz del Señor, junto a Ella.

29/3/2012, Jueves de la quinta semana de Cuaresma

Lectura del libro del Génesis (17,3-9)

En aquellos días, Abrán cayó de bruces, y Dios le dijo: -«Mira, éste es mi pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abran, sino que te llamarás Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios.» Dios añadió a Abrahán: -«Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones.»

Salmo responsorial (Sal 104,4-5.6-7.8-9)
R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. R.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R.

Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (8, 51-59)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -«Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.» Los judíos le dijeron: -«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre”; Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?» Jesús contestó: -«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios". Aunque no lo conocéis. Yo si lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.» Los judíos le dijeron: - «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.» Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

29 marzo 2012. Jueves de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

“Mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia”. Las oraciones de la liturgia nos ayudan a rezar: esta súplica de la oración colecta de la Misa de hoy nos da la clave para iniciar nuestra oración. Pedimos al Padre que mire con amor a los que no tienen más recurso que su misericordia y su bondad. ¿Dónde ponemos nuestra esperanza? ¿En nuestras fuerzas? ¿En nuestras cualidades o en las de otros? Esta oración sencilla nos lleva al centro del evangelio: nuestra esperanza descansa en la misericordia de Dios, pues somos pecadores, pero Dios es “rico en misericordia” (Ef 2,4). Entonces, en lugar de presentarle a Dios nuestros méritos, descubrámosle nuestra miseria para atraer su misericordia y alcanzar así la conversión que estamos pidiendo en este tiempo de cuaresma. Meditemos este pensamiento de los Padres de la Iglesia:

"Dios es misericordioso y no escatima su perdón. El cúmulo de tus pecados no superará la grandeza de la misericordia de Dios; la gravedad de tus heridas no superará la habilidad del supremo Médico, con tal de que te abandones a él con confianza. Manifiesta al Médico tu enfermedad, y háblale con las palabras que dijo David: “Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado". Así obtendrás que se hagan realidad estas otras palabras: “Tú has perdonado la maldad de mi corazón" (San Cirilo de Jerusalén).

“Quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”. Las lecturas de este día nos presentan a Jesús en discusión con los judíos que no aceptan su testimonio. Jesús hace dos grandes afirmaciones: promete la vida eterna a quienes guarden su Palabra y dice ser anterior a Abrahán: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.» Sin afirmarlo explícitamente, Jesús se identifica con Dios. El relato termina con un intento de lapidar a Jesús: “Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo”. Este hecho nos sitúa en las causas históricas de la muerte de Jesús; la pena de muerte era castigo por el delito de blasfemia. Las autoridades judías terminarán condenando a Jesús por hacerse semejante a Dios; como estaban sometidos al poder romano y no podían aplicar sus leyes, conseguirán que Jesús sea condenado por Pilato a una muerte de cruz.

¿Por qué no aceptan el testimonio de Jesús, a pesar de las obras que el Padre le ha concedido realizar a favor de los hombres? Un número del Catecismo de la Iglesia Católica (589) nos ofrece la pista: “Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos... Pero es especialmente al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios (cf. Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17, 6-26).

Precisamente el capítulo 8 de San Juan se inicia con el episodio de Jesús perdonando a la mujer adúltera y salvándola de morir apedreada. Jesús revela el rostro misericordioso del Padre, pero los fariseos no están dispuestos a aceptar a este Dios que les pide una conversión del corazón abandonando su soberbia y actitud de desprecio hacia los demás.

Pidamos en esta oración una verdadera conversión interior, es decir, tener un encuentro sincero con este Dios misericordioso que se ha encarnado en Jesús y convertirnos nosotros en instrumentos de misericordia, contando a los demás las misericordias de Dios para con nosotros.

28/3/2012, Miércoles de la quinta semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel (3,14-20.91-92.95)

En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?» Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: «Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.» Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?» Le respondieron: «Así es, majestad.» Preguntó: «¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.» Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo.»

Salmo responsorial (Dn 3,52.53.54.55.56)
R. A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso. R.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?» Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.» Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán.» Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.» Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.» Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.»

28 marzo 2012. Miércoles de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Podríamos empezar la oración de hoy con aires musicales. En la primera lectura se hace una descripción de instrumentos musicales que han de preceder a la abjuración de Sidrac, Misac y Abdénago. Pero estos valientes, hombres de fe en Dios, se dejan de músicas y son coherentes con lo que creen. “El Señor, nos librará, pero si no lo hace… no adoraremos a otros dioses”.

Y ellos, que no se han dejado llevar de las músicas de la tentación, hacen su propia música, cantando salmos “a capella” con los propios ángeles, o al menos con uno de ellos que los acompaña entre las llamas. Podríamos meditar en este pasaje sobre el asunto de estar entre las llamas del mundo sin quemarse. La fórmula para conseguirlo es estar metidos en Dios: alabándole siempre, en todo lo que hacemos, y estar en compañía de su corte celestial, teniendo tan buenos amigos.

En un segundo momento de la oración podemos escuchar a Jesús que nos habla de la libertad. Bonito tema para la oración y para la vida. “La verdad os hará libres”. Meditar cada mañana en cuál es la verdad del hombre nos acercará a dicha libertad. Y la única verdad es que “el hombre ha venido al mundo para alabar y bendecir a Dios y mediante esto salvar el alma” (¡qué razón tenía San Ignacio!). Así lo hicieron nuestros amigos: Sidrac, Misac y Abdénago, alabar a Dios, al verdadero Dios, incluso en los momentos en que hacerlo les costaría la vida.

Y Jesús, con el diálogo-disputa con los judíos sigue explicando lo que significa la verdad del hombre. “Quien comete pecado ese es esclavo” Esta la verdad, el que se deja llevar por la pendiente del pecado ya no es libre de su destino puesto que irremediablemente caerá por ella. Ese el tema para todo el día de hoy. No cometer pecado.

Oración:

(Lo bonito sería ampliar esta oración cada uno con las palabras que a cada no le salgan. Dedicar un rato a dejar fluir del corazón estas frases de alabanza y confianza en Dios).

¡Ayúdame, Señor, a no caer en la tentación de adorar a otros dioses! ¡Líbrame, Señor, del mal y del Maligno! Que aunque me adornen con instrumentos musicales el pecado no me deje llevar por él, sino que me limite a cantar “austeramente” los salmos de alabanza y de bendición a ti: “A ti, gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres…” quiero estar limpio ante ti, Señor, para poder contemplar tu rostro. Dame la fortaleza, junto a los demás cristianos, aunque tengan nombres raros como los de hoy, para juntos vencer la tentación y ser coherentes con la fe que profesamos. Que tus santos ángeles nos acompañen en la lucha…

27/3/2012, Martes de la quinta semana de Cuaresma

Lectura del libro de los Números (21, 4-9)

En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: - «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que 1 s mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Salmo responsorial (Sal 101, 2-3. 16-18. 19-21)
R. Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti.

Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame en seguida. R.

Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones. R.

Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (8, 21-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: -«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.» Y los judíos comentaban: -«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?» Y él continuaba: - «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.» Ellos le decían: -«¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: -«Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.» Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: -«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

27 marzo 2012. Martes de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

“Sólo os pido que le miréis”

Iniciamos nuestra oración poniéndonos en presencia del Señor de una forma muy concreta: nos postramos delante de un gran crucifijo y miramos el rostro de Cristo. Si alguno, porque la capilla en que estás lo permite, puedes hacerlo de forma real.

La primera lectura es muy sugerente. Es un episodio más de la historia del pueblo elegido, una vez más, por un momento de cansancio en el camino, el pueblo se rebela contra Dios. Dios decide castigar al pueblo y le manda unas serpientes que les muerden y mueren. Ellos, aterrorizados se vuelven a Moisés y le piden que les libre de esa desgracia. Dios se apiada de su pueblo y manda hacer un estandarte con una serpiente levantada en medio del campamento: aquel que es mordido por una serpiente mira el estandarte y queda curado en el momento.

Los pecados son las serpientes que nos muerden y nos hacen morir a la gracia y Dios ha puesto a su Hijo en una cruz para que mirándole, quedemos curados del pecado. Dios sólo nos pide que le miremos.

Mirar a Cristo es esencial en nuestra oración, fíjate en el cristo que tienes delante: “los pies tiene clavados para esperarte, los brazos abiertos para abrazarte, la cabeza inclinada para darte besos de amor y el corazón abierto para alimentarte con su sangre”. ¡Se le puede pedir mayor amor!

“Ante ti cuelga el Salvador en la cruz porque se hizo obediente hasta la muerte en la cruz. Tu salvador cuelga ante ti en la cruz, desnudo y solo, porque él ha escogido la pobreza. Tu salvador cuelga ante ti con el corazón abierto. Él ha derramado la sangre de su corazón para ganar el tuyo. Si quieres seguirle en santa pureza, tu corazón tiene que estar libre de todo deseo terreno. Los brazos del crucificado están extendidos para atraerte hasta su corazón. Él quiere tu vida para regalarte la suya. ¡Salve, santa cruz, nuestra única esperanza!

“Queridos jóvenes, ¡dejaos atraer por la fascinación de Cristo! Contemplando su rostro con los ojos de la fe, pedidle: “Jesús, ¿qué quieres que haga yo contigo y por ti?”. Luego, permaneced a la escucha y, guiados por su Espíritu, cumplid el plan que él tiene para cada uno de vosotros. Preparaos seriamente para construir familias unidas y fieles al Evangelio, y para ser sus testigos en la sociedad. Y, si él os llama, estad dispuestos a dedicar totalmente vuestra vida a su servicio en la Iglesia como sacerdotes o como religiosos y religiosas. Yo os aseguro mi corazón” (Benedicto XVI)

Terminar la oración con un coloquio con Cristo crucificado ofreciéndote para estar bajo su bandera y no te olvides de mirarle siempre que puedas.

26/3/2012, Lunes de la quinta semana de Cuaresma – La Anunciación del Señor

Lectura del libro de Isaías (7, 10-14; 8, 10)

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: -«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: -«No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: -«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Salmo responsorial (Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio,
me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.

«-Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R.

Lectura de la carta a los Hebreos (10, 4-10)

Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 26-38)

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel:«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: -«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó:-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

26 marzo 2012. La Anunciación del Señor – Puntos de oración

Vamos a dejar hoy que sea el beato Juan Pablo II quien nos ayude en las ideas de nuestra oración, a través de una catequesis suya, titulada “la fe de la Virgen María” (3-VII-96):

1. En la narración evangélica de la Visitación, Isabel, «llena de Espíritu Santo», acogiendo a María en su casa, exclama: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Esta bienaventuranza, la primera que refiere el evangelio de san Lucas, presenta a María como la mujer que con su fe precede a la Iglesia en la realización del espíritu de las bienaventuranzas.

El elogio que Isabel hace de la fe de María se refuerza comparándolo con el anuncio del ángel a Zacarías. Una lectura superficial de las dos anunciaciones podría considerar semejantes las respuestas de Zacarías y de María al mensajero divino: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad», dice Zacarías; y María: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,18.34). Pero la profunda diferencia entre las disposiciones íntimas de los protagonistas de los dos relatos se manifiesta en las palabras del ángel, que reprocha a Zacarías su incredulidad, mientras que da inmediatamente una respuesta a la pregunta de María. A diferencia del esposo de Isabel, María se adhiere plenamente al proyecto divino, sin subordinar su consentimiento a la concesión de un signo visible.

Al ángel que le propone ser madre, María le hace presente su propósito de virginidad. Ella, creyendo en la posibilidad del cumplimiento del anuncio, interpela al mensajero divino sólo sobre la modalidad de su realización, para corresponder mejor a la voluntad de Dios, a la que quiere adherirse y entregarse con total disponibilidad. «Buscó el modo; no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín (Sermo 291).

2. También el contexto en el que se realizan las dos anunciaciones contribuye a exaltar la excelencia de la fe de María. En la narración de san Lucas captamos la situación más favorable de Zacarías y lo inadecuado de su respuesta. Recibe el anuncio del ángel en el templo de Jerusalén, en el altar delante del «Santo de los Santos» (cf. Ex 30,6-8); el ángel se dirige a él mientras ofrece el incienso; por tanto, durante el cumplimiento de su función sacerdotal, en un momento importante de su vida; se le comunica la decisión divina durante una visión. Estas circunstancias particulares favorecen una comprensión más fácil de la autenticidad divina del mensaje y son un motivo de aliento para aceptarlo prontamente.

Por el contrario, el anuncio a María tiene lugar en un contexto más simple y ordinario, sin los elementos externos de carácter sagrado que están presentes en el anuncio a Zacarías. San Lucas no indica el lugar preciso en el que se realiza la anunciación del nacimiento del Señor; refiere, solamente, que María se hallaba en Nazaret, aldea poco importante, que no parece predestinada a ese acontecimiento. Además, el evangelista no atribuye especial importancia al momento en que el ángel se presenta, dado que no precisa las circunstancias históricas. En el contacto con el mensajero celestial, la atención se centra en el contenido de sus palabras, que exigen a María una escucha intensa y una fe pura.

Esta última consideración nos permite apreciar la grandeza de la fe de María, sobre todo si la comparamos con la tendencia a pedir con insistencia, tanto ayer como hoy, signos sensibles para creer. Al contrario, la aceptación de la voluntad divina por parte de la Virgen está motivada sólo por su amor a Dios.

3. A María se le propone que acepte una verdad mucho más alta que la anunciada a Zacarías. Éste fue invitado a creer en un nacimiento maravilloso que se iba a realizar dentro de una unión matrimonial estéril, que Dios quería fecundar. Se trata de una intervención divina análoga a otras que habían recibido algunas mujeres del Antiguo Testamento: Sara (Gn 17,15-21; 18,10-14), Raquel (Gn 30,22), la madre de Sansón (Jc 13,1-7) y Ana, la madre de Samuel (1 S 1,11-20). En estos episodios se subraya, sobre todo, la gratuidad del don de Dios.

María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente. En realidad, el conocido oráculo de Isaías: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14), aunque no excluye esta perspectiva, ha sido interpretado explícitamente en este sentido sólo después de la venida de Cristo, y a la luz de la revelación evangélica.

A María se le pide que acepte una verdad jamás enunciada antes. Ella la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: «¿Cómo será esto?», expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su maternidad única y excepcional.

Respondiendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35), el ángel da la inefable solución de Dios a la pregunta formulada por María. La virginidad, que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto concreto en que el Espíritu Santo realizará en ella la concepción del Hijo de Dios encarnado. La respuesta del ángel abre el camino a la cooperación de la Virgen con el Espíritu Santo en la generación de Jesús.

4. En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada.

Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). Y añade: «Cree la Virgen en el Cristo que se le anuncia, y la fe le trae a su seno; desciende la fe a su corazón virginal antes que a sus entrañas la fecundidad maternal» (Sermo 293).

El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa (cf. Gn 15,6; Redemptoris Mater, 14). Al comienzo de la nueva alianza también María, con su fe, ejerce un influjo decisivo en la realización del misterio de la Encarnación, inicio y síntesis de toda la misión redentora de Jesús.

La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve durante su vida pública (cf. Mc 5,34; 10,52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel fundamental que la fe de María ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.

25/3/2012, Domingo de la quinta semana de Cuaresma (Ciclo B)

Lectura del libro de Jeremías (31,31-34)

«Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor -oráculo del Señor-. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados.»

Salmo responsorial (Sal 50, 3-4.12-13. 14-15)
R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R.

Lectura de la carta a los Hebreos (5, 7-9)

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33)

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: -«Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: -«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.» Entonces vino una voz del cielo: -«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: -«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.» Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

24/3/2012, Sábado de la cuarta semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías (11, 18-20)

El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más». Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

Salmo responsorial (Sal 7, 2-3. 9bc-10. 11-12)
R. Señor, Dios mío, a ti me acojo.

Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame,
que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. R.

Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo. R.

Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (7, 40-53)

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: -«Éste es de verdad el profeta». Otros decían: -«Éste es el Mesías». Pero otros decían: -«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: -«¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: -«Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les replicaron: -«¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: -«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: -«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». Y se volvieron cada uno a su casa.

24 marzo 2012. Sábado de la cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

En las lecturas de estos días vemos cómo se va adensando el hostigamiento sobre Jesús. Aunque Jesús no aparece directamente en el evangelio de hoy, todas las lecturas nos hablan de Él. Pidamos luz al Espíritu Santo para penetrar en los sentimientos del Señor, que nos muestran las lecturas en los días previos a su pasión, muerte y resurrección.

1. “Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban”. La primera lectura y el salmo recogen los sentimientos de Jesús ante la persecución, amenaza, hostigamiento y acoso de sus enemigos. Éste es el cordero manso, llevado al matadero, por los enemigos de ayer y de hoy, que buscan eliminar a Jesús y a todo lo que se relacione con él. Algunos querían prenderlo. Planean sin dar la cara, confabulan hipócritamente.

¿No nos hemos visto alguna vez –o nos vemos actualmente- hostigados por los que buscan nuestro mal: rodeados de persecuciones e interpretaciones torcidas de lo que hacemos o decimos? La persecución más dolorosa es la que nos ataca por la espalda, tramada por quienes aparentan querernos. Como Isaías, que no sabía los planes homicidas contra él.

2. “Señor Dios mío, a ti me acojo”. Isaías y el salmo nos enseñan cómo hacer frente a las amenazas: orando al Señor, encomendándole nuestra causa: Sálvame, que no me atrapen… Mi escudo es Dios. Que quede resonando a lo largo de la oración y de todo el día esta súplica: Señor Dios mío, a ti me acojo. Si es así, ¿qué temeré? ¿Quién me hará temblar?

3. “Surgió entre la gente una discordia por su causa. Jesús está en boca de todos, pero no todos se acercan a ¨Él de la misma forma. Por ello surge la controversia. El evangelio nos presenta hoy distintos tipos de personas y sus opiniones sobre Jesús. Contemplemos la situación y veremos que se parece mucho a la actual. Unos creen en mayor o en menor medida en Jesús: Éste es de verdad el profeta; éste es el Mesías. Pero otros, no están dispuestos a aceptarle, y esconden sus prejuicios tras el conocimiento, la “ciencia”, representada en la Escritura: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que vendrá de Belén? Un tercer grupo está representado por los guardias. Están a medio camino: “embaucados” por las palabras de Jesús, pero al servicio de los que se oponen a Él. Luego vienen los sumos sacerdotes y fariseos, llenos de furia contra Jesús; harán lo que sea para que el Señor no les derribe de su posición dominante, crítica contra los que no son como ellos (recordemos la parábola del fariseo y el publicano). Llegan a decir: Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos. Por último encontramos a Nicodemo, seguidor de Cristo en secreto…

Preguntemos en la oración: ¿quién eres Señor? Y preguntémonos: ¿Dónde me sitúo ante ti? ¿Hasta qué punto estoy dispuesto a identificarme contigo, a seguirte y a anunciarte? ¿Me atrevo en mi ambiente a decir quién eres? ¿O soy como Nicodemo?

4. “Jamás ha hablado nadie como este hombre”. Contemplemos a Jesús pronunciando las bienaventuranzas, o enseñando el padrenuestro, o la parábola del hijo pródigo… ¡Cómo reaccionarían los oyentes a sus palabras! Este es de verdad el profeta. Jamás ha hablado nadie como este hombre. ¿Y nosotros? ¿Cómo respondemos a sus palabras?

5. “Y se volvieron cada uno a su casa…” Contemplemos de nuevo los cinco tipos de personas. ¿Cómo se ven afectados después de manifestar la opinión que tienen de Jesús? Los fariseos, seguirán buscando a Jesús, pero para prenderle; Nicodemo, sin embargo, seguirá intentando salvar a Jesús, pero a escondidas; los guardias, seguirán entre la fascinación por Jesús y el sometimiento a los sumos sacerdotes ¿Y la gente? Para la mayoría su simpatía o sus prevenciones hacia Jesús no cambian su vida. Al final cada uno se vuelve a su casa… y para ellos todo sigue igual

¿Y nosotros? ¿Cómo volvemos a nuestra casa después de la oración? ¿Jesús nos ha cambiado en algo? ¿Deseamos identificarnos con Él, le ofrecemos todo nuestro ser para que siga viviendo nuevamente encarnado en este mundo actual?

23/3/2012, Viernes de la cuarta semana de Cuaresma

Lectura del libro de la Sabiduría (2, 1a. 12-22)

Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás, y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.» Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable.

Salmo responsorial (33, 17-18. 19-20, 21 y 23)
R. El Señor está cerca de los atribulados.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. R.

El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor. R.

Él cuida de todos sus huesos, ni uno solo se quebrará.
EI Señor redime a sus siervos, el no será castigado quien se acoge a él. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (7, 1-2. 10. 25-30)

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: - «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.» Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: -«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.» Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

23 marzo 2012. Viernes de la primera semana de Cuaresma – Puntos de oración

1. Según se van consumiendo las semanas de Cuaresma y nos vamos acercando a la Semana Santa.., crece la sensación de persecución.., de acecho.., y de amenaza contra el Señor…

2. ¡Se nos viene la hora encima…! ¡Esa hora fatídica.., y al mismo tiempo salvadora…!

a. A veces sucede que cuanto más cerca estamos del final, más duro se nos hace el recorrido, pues llegando ya.., parece que no llegamos nunca…

3. Dice el texto que Jesús subió a la fiesta “no abiertamente.., sino a escondidas…”

a. ¿Qué sentimientos tendría su Corazón de Jesús en esos días…?

b. ¿Cómo contemplaría los acontecimientos desde esa perspectiva humano-divina que El tenía…?

4. Vamos a detenernos hoy en nuestra oración, en lo que S. Juan llama “la hora” del Señor. Comencemos por rescatar los textos alusivos a la citada hora en su evangelio:

a. En Caná dijo: mi hora no ha llegado todavía (Jn 2,4).

b. Querían pues detenerle, pero nadie le echó mano pues no había llegado aún su hora (Jn 7,30).

c. Y nadie le prendió porque aún no le había llegado su hora (Jn 8,20).

d. Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. En verdad, en verdad, os digo: si el grano de trigo arrojado en tierra no muere, se queda solo; mas si muere, produce fruto abundante; Ahora mi alma está turbada:¿y qué diré?¿Padre, presérvame de esta horaMas precisamente para eso he llegado a esta hora! (Jn 12,23–24.27).

e. Levantando sus ojos al cielo, dijo: Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti; –conforme al Señorío que le diste sobre todo el género humano– dando vida eterna a todos los que Tú le has dado (Jn 17,1–2).

f. Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13,1).

5. Después de leer con atención estos textos del Evangelio de S. Juan y de pasarlos por la oración personal ¿qué podemos comentar sobre la hora de Jesús:

a. Que Jesús era consciente, desde su más tierna infancia, de esa hora…

b. Que esa “Hora” es la síntesis más perfecta de toda su vida…

c. Que su “Hora” pasará por la muerte.., pero llegará hasta la Resurrección y la Ascensión…

d. Que no ha habido una hora más solemne en el mundo que la suya.., pues todavía sigue resonando en el tiempo y en el espacio.

e. Que los sacerdotes son los encargados de actualizar diariamente la “hora” de Jesús, y de que el Pueblo de Dios, de todas las épocas y momentos, tiene el privilegio de participar en ella…

6. Nota: Si disponemos de un poco más de tiempo, no dejemos de leer y también de orar, la Catequesis del Papa Juan Pablo II durante la audiencia general del miércoles 14 de Enero de 1998, pues versó sobre el tema que nos ha ocupado hoy en nuestra oración: La hora de Jesús…

El misterio de la hora de Jesús

Catequesis de S.S. Juan Pablo II durante la audiencia general de los miércoles

14 de enero de 1998

1. La celebración del jubileo nos invitará a fijar nuestra atención en la hora de la salvación. Muchas veces, en diversas circunstancias, Jesús recurre al término «hora» para indicar un momento fijado por el Padre para el cumplimiento de la obra de salvación.

Habla de ella ya desde el inicio de su vida pública, en el episodio de las bodas de Cana, cuando su madre le pide que ayude a los esposos que pasan apuros por la falta de vino. Para indicar el motivo por el que no quiere aceptar esa petición, Jesús dice a su madre: «Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2, 4).

Se trata, ciertamente, de la hora de la primera manifestación del poder mesiánico de Jesús. Es una hora particularmente importante, como da a entender la conclusión de la narración evangélica, en la que se presenta el milagro como «el comienzo» o «inicio» de los signos (cf. Jn 2, 11). Pero en el fondo aparece la hora de la pasión y glorificación de Jesús (cf. Jn 7, 30; 8, 20; 12, 23-27; 13,1; 17, 1; 19, 27), cuando lleve a término la obra de la redención de la humanidad.

Al realizar ese «signo» por la intercesión eficaz de María, Jesús se manifiesta como Salvador mesiánico. Mientras ayuda a los esposos, en realidad es él mismo quien comienza su obra de Esposo, inaugurando el banquete de bodas que es imagen del reino de Dios (cf. Mt 22, 2).

2. Con Jesús ha llegado la hora de nuevas relaciones con Dios, la hora de un nuevo culto: «llega la hora —ya estamos en ella— en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23). Este culto universal se fundamenta en el hecho de que el Hijo, al encarnarse, ha dado a los hombres la posibilidad de compartir su culto filial al Padre.

La «hora» es también el tiempo en que se manifiesta la obra del Hijo: «En verdad, en verdad os digo: llega la hora —ya estamos en ella— en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5, 25-26).

La gran hora en la historia del mundo es el tiempo en que el Hijo da la vida, haciendo oír su voz salvadora a los hombres que están bajo el dominio del pecado. Es la hora de la redención.

3. Toda la vida terrena de Jesús está orientada hacia esa hora. En un momento de angustia, poco tiempo antes de la pasión, Jesús dice: «Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!» (Jn 12, 27).

Con estas palabras Jesús revela el drama íntimo que oprime su alma frente a la perspectiva del sacrificio que se acerca. Tiene la posibilidad de pedir al Padre que aleje de él esa terrible prueba. Pero, por otra parte, no quiere huir de ese destino doloroso: «He llegado a esta hora para esto». Vino para ofrecer el sacrificio que procurará la salvación a la humanidad.

4. Esa hora dramática ha sido querida y establecida por el Padre. Antes de la hora elegida por el designio divino los enemigos de Jesús no pueden apoderarse de él.

Muchas veces intentaron detenerlo o asesinarlo. Al mencionar una de esas tentativas, el evangelio de san Juan pone de relieve la impotencia de sus adversarios: «Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no habla llegado su hora» (Jn 7, 30).

Cuando llega la hora, se presenta también como la hora de sus enemigos. «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas», dice Jesús a «los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del templo y ancianos que habían ido contra él» (Lc 22, 52-53).

En esa hora tenebrosa, parece que nadie puede detener el poder impetuoso del mal.

Y, sin embargo, también esa hora depende del poder del Padre. El será quien permita a los enemigos de Jesús apresarlo. Su obra se incluye misteriosamente en el plan establecido por Dios para la salvación de todos.

5. Más que la hora de sus enemigos, la hora de la pasión es, pues, la hora de Cristo, la hora del cumplimiento de su misión. El evangelio de san Juan nos permite descubrir las disposiciones íntimas de Jesús al inicio de la última Cena: «Sabiendo Jesús que habla llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Por tanto, es la hora del amor, que quiere llegar «hasta el extremo», es decir, hasta la entrega suprema. En su sacrificio, Cristo nos revela el amor perfecto: ¡no habría podido amarnos más profundamente!

Esa hora decisiva es, al mismo tiempo, hora de la pasión y hora de la glorificación. Según el evangelio de san Juan, es la hora en que el Hijo del hombre es «elevado de la tierra» (Jn 12, 32). La elevación en la cruz es signo de la elevación a la gloria celestial. Entonces empezará la fase de una nueva relación con la humanidad y, en particular, con sus discípulos, como Jesús mismo anuncia: «Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre» (Jn 16, 25).

La hora suprema es, en definitiva, el tiempo en que el Hijo va al Padre. En ella se aclara el significado de su sacrificio y se manifiesta plenamente el valor que dicho sacrificio reviste para la humanidad redimida y llamada a unirse al Hijo en su regreso al Padre.

22/3/2012, Jueves de la cuarta semana de Cuaresma

Lectura del libro del Éxodo (32, 7-14)

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: -«Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto."» Y el Señor añadió a Moisés: -«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.» Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: -«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Tendrán que decir los egipcios: "Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra"? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre' "» Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Salmo responsorial (Sal 105, 19-20. 21-22. 23)
R. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. R.

Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo. R.

Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 31-47)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida!, No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

22 marzo 2012. Jueves de la cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

En la liturgia de este día en la primera lectura se entabla un dialogo entre el Señor y Moisés. El pueblo de Israel, liberado de Egipto, de nuevo se desvía del camino y se olvida del Señor. “Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”.

El Señor está dispuesto a castigas a Israel. “Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos…” Moisés le recuerda su alianza recordando a Abrahán, Isaac y Jacob…Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.

Moisés es la imagen de tantas personas que viven con fidelidad una vida entregada a Dios intercediendo por todos los hombres. Este es el papel esencial de las personas consagradas, y en especial las órdenes contemplativas. Hacen de intermediarios entre el Señor que es compasivo y misericordioso y la multitud personas que viven como si Dios no existiera o en una actitud agresiva, hasta desear la muerte de Dios.

También, en mi rato de oración de cada día debe de suplicar de misericordia y perdón de Dios a multitud de personas que en su pecado se han enfrentado contra Dios olvidándose de su condición de criaturas. Su meta es conseguir por todos los medios el poder. Este poder que tiene diferentes caras: la riqueza, el placer, la vanidad…

Esta actitud queda reflejada en el Salmo 105 que recitamos este día. Recuerda precisamente el texto del libro del Éxodo en el capítulo 32.

Y esta es la súplica que repetimos en este salmo: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo”.

En ausencia de Moisés, el pueblo de Israel, se hizo un becerro de oro y le adoraron.

Puedo recordar los pecados en las acciones y omisiones que me han separado de Dios. Me he olvidado de Dios. También Israel se olvidó de Dios su salvador, de los prodigios, maravillas y portentos que el Señor hacía con su presencia.

Este olvido puede tener consecuencias mortales. “Dios hablaba con Moisés de aniquilarlos…” Separarnos de Dios, olvidarnos de Él, luchar contra Él. No es el Señor quien nos condena, nos condenamos nosotros al separarnos de Él. Pero el Señor escucha la súplica de Moisés a favor de su pueblo. Y a pesar de todo, el Señor, se arrepintió de la amenaza.

SÚPLICA A MARÍA: Santa María de la Cuaresma: enséñame a abandonarme en Dios, refugiarme en el momento presente, vivir en desierto.

21/3/2012, Miércoles de la cuarta semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (49,8-15)

Así dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz." Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.»

Salmo responsorial (Sal 144, 8-9. l3cd-14. 17-18)
R. El Señor es clemente y misericordioso

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.

El Señor es Justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 17-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo.» Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: - «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

21 marzo 2012. Miércoles de la cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Petición: Que sienta, Señor Jesús, tu poder y tu misericordia.

Ideas para la oración: Los judíos coetáneos de Jesús no podían resistir un lenguaje tan fuerte en el que él se hiciese igual al Padre, en el que el Padre estuviese actuando en el mundo por medio de Jesús. Si no fuese verdad sería un despropósito, algo de locos. ¿Podemos imaginar que alguien que conozcamos, del barrio, de la familia, de mi clase, un día dijese cosas como éstas?

  • Los muertos oirán mi voz, y los que la hayan oído vivirán.
  • Yo dispongo de la vida. Doy la vida a los que quiero.
  • Yo voy a juzgar a toda la humanidad.

Si un vecino nuestro hablase así seguramente nos alarmásemos un poco. Así que no es de extrañarse lo que les pasó a los judíos.

Para orar: Señor, que yo no me escandalice de ti. Que crea en tu poder sobre mí. Que te acoja verdaderamente como mi Dios y mi Señor. Ahora y cuando te vea maltratado, rechazado, humillado hasta la muerte y muerte de cruz.

Que también yo haga no mí voluntad, sino la del Padre, para que, en mí, como tu dices al inicio de este fragmento, el Padre siga actuando y tú sigas actuando.

Señor, que estés vivo en mí, actuante, rey y juez de mi vida.

Coloquio: Hablo con el Padre de los cielos, y le pido que él me hable de su hijo, del amor que él ha puesto en Cristo. Del poder que le ha conferido, de quién es para Él su Hijo.

Y yo le respondo diciéndole que también yo quiero que Jesús sea todo eso para mí, que me preste su corazón para amarle. Que, como nos decía Abelardo, los dos se amen entre sí dentro de mi corazón.

20/3/2012, Martes de la cuarta semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Ezequiel (47, 1-9. 12)

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia levante. Midió mil codos y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta los tobillos! Midió otros mil y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas! Midió otros mil y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! Midió otros mil. Era un torrente que no pude cruzar, pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era un torrente que no se podía vadear. Me dijo entonces: -«¿Has visto, hijo de Adán?» A la vuelta me condujo por la orilla del torrente. Al regresar, vi a la orilla del río una gran arboleda en sus dos márgenes. -«Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»

Salmo responsorial (Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9)
R. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar. R

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. R.

El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 1-3. 5-16)

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: -«¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: - «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina ando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me adelantado.» Jesús le dice: - «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: -«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.» Al les contestó: -«El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.» Ellos le preguntaron: - «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?» Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: -Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

20 marzo 2012. Martes de la cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

En la naturaleza el agua es uno de los elementos que menos conoce de límites, cuando se presenta en toda su fuerza es difícil de detener.

Hoy las escrituras nos hablan con la imagen del agua.

Donde está surge la vida, donde falta desaparece.

Jesús a veces, en el evangelio, aparece como ese torrente impetuoso que salta todo tipo de barreras. Está en Jerusalén, es sábado, y saltándose los preceptos de la ley cura a un paralítico. La consecuencia es que los escribas y sacerdotes se sienten molestos, muy ofendidos. Pero Jesús es como el agua, no puede por menos que generar vida por donde pasa. ¿Cómo detener este río? El único modo sacarlo de escena.

Ojalá nuestras vidas sean así y donde nos toque vivir seamos canales por donde corra la gracia divina.

19/3/2012, Solemnidad de San José – Día del Seminario

Lectura del segundo libro de Samuel (7, 4-5a. 12-14a. 16)

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: -«Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre." »

Salmo responsorial (Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29)
R. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.» R.

Él me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mí favor, y mi alianza con él será estable. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4, 13. 16-18. 22)

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1, 16. 18-21. 24a)

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

19 marzo 2012. Solemnidad de San José – Día del Seminario – Puntos de oración

Esposo de la Virgen, custodio del Señor, llévanos a María y, por María, a Dios

Con esta frase del P. Morales nos adentramos de lleno en la oración de este día.

En medio de la Cuaresma, La Iglesia nos propone la veneración del esposo de María y padre de Jesús.

Santa Teresa de Jesús nos invita a tenerle por patrono en nuestra vida de oración.

Propongo como primera consideración para este día adentrarnos en la vida oculta de Nazaret, pues ahí es donde José desarrolló por más tiempo su tarea de padre, maestro, artesano, modelo….respecto de su hijo Jesús.

Si de verdad queremos conocer a Jesucristo en profundidad, hemos de acercarnos a la vida cotidiana de San José, pues en Nazaret él presidía, acompañaba y vivía una vida de oración, trabajo y familia.

Muchas de las actuaciones y gestos que observamos en la vida pública de Jesús están captadas en esos largos años que pasa junto a María y José en el pequeño pueblo de Nazaret.

José le enseña la obediencia, la abnegación, la perseverancia en el monótono trabajo de cada día. ¡Cuántas enseñanzas de un padre con su hijo a lo largo de los años claves de la educación! “Jesús crecía en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres”

Sobre todo le enseña a dirigirse a Dios en los momentos más importantes del día, recordando las misericordias del Señor con el pueblo de Israel.

Solamente con colocarnos en la presencia cercana de José entramos en el mundo de la contemplación y del conocimiento de Jesucristo, que es donde nos tiene que ir llevando la oración de cada día.

Una segunda consideración está relacionada con el Día del Seminario.

Jesús, el único y sumo sacerdote, fue moldeado por su padre José. A su lado se forja el sacerdote de la nueva alianza.

José desempeña, desde su sencillez, un papel crucial en el camino escogido por Dios para salvar a los hombres. Hacía falta un hombre cabal, justo y responsable. Equilibrado y sensato. Humilde y sin pretensiones. Fuerte en las contradicciones. Sin otro plan que el servicio a lo que Dios le pedía.

Esto es lo que tenemos que pedir hoy al Señor para los que ha llamado al sacerdocio, a la vez que suplicamos aumente el número de vocaciones.

Que San José nos introduzca en la relación más profunda con Jesús, tengámosle por nuestro maestro de oración y pidámosle que acompañe todas la vocaciones consagradas, en particular la de los sacerdotes.

18/3/2012, Domingo de la cuarta semana de Cuaresma (Ciclo B)

Lectura del segundo libro de las Crónicas (36, 14-16. 19-23)

En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.» En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: "El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"»

Salmo responsorial (Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6)
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.

Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R.

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.» R.

¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R.

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2, 4-10)

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Lectura del santo evangelio según san Juan (3, 14-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

18 marzo 2012. Domingo de la cuarta semana de Cuaresma (Ciclo B) – Puntos de oración

Jn 3 14-21

El amor que Dios tiene al hombre aparece en las lecturas que la Iglesia nos propone para este 4º domingo de Cuaresma. En el libro de las Crónicas recoge la historia de pecado del hombre de ayer y de hoy. La carta a los efesios repite expresiones que nos hablan del amor de Dios: “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”. Y añade: “por pura gracia estáis salvados”.

San Juan, mirando al que será elevado en la cruz, dirá: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. Esta frase de Jesús resume uno de los sentimientos más consoladores y nuevos que debieron sentir las primeras generaciones cristianas. Unos por proceder del judaísmo, recordaban la imagen del Dios del Sinaí ante quien se tenían que cubrir los ojos para no morir. Otros por proceder del paganismo, habían vivido una experiencia religiosa en que el destino humano estaba en manos de dioses arbitrarios y caprichosos, ante los que el hombre se sentía temeroso y desconcertado.

Estamos cerca del final del camino cuaresmal; de una época de conversión, de cambio del corazón. Conversión es confrontar nuestras vidas con nosotros mismos y con Dios que está al final de nuestro comino y que nos pedirá cuenta de los talentos que hemos recibido.

Conversión es recuperar la imagen vivida del bautizado, enamorado de Cristo hasta vivir su bautismo con entusiasmo, entrega constante a Dios y a los demás. Un bautizado así suscita a su alrededor ganas de ser como él. Todos nos hemos encontrado en nuestra vida alguna vez personas concretas que con su vida de fe, esperanza y caridad nos han señalado el camino y nos han animado a recorrerlo.

Toda conversión lleva consigo un estilo de vida. Un bautizado así es un bautizado austero, que no necesita de tantos medios materiales, ni sueña con bienes de consumo superfluos. Un bautizado así rezuma por todos sus poros amor a la Iglesia, al Papa; es un bautizado orante y trabajador y no adopta formas mundanas de diversión, no es vanidoso y perezoso, su vida es sencilla y alegre, un bautizado así suscita a su alrededor ganas de ser como él.

Los hombres y mujeres de hoy, como los de siempre, a pesar de sus fragilidades o quizá precisamente por ello tienen un olfato para descubrir al bautizado coherente con lo que cree. La crisis de vocaciones que padecemos, además de las causas sociológicas, económicas, demográficas etc. Tiene mucho que ver con la imagen de bautizado que nosotros ofrecemos allí donde vivimos nuestra vida cotidiana Tenemos que transmitir palabras de aliento, es cierto que la situación no es fácil pero si elevamos la mirada a Cristo clavado en la cruz en vez de estar encorvados podremos dar ese testimonio de esperanza por muy negro que esté el horizonte.

Los frutos no podrán verse de un día para otro, pero si perseveramos en la esperanza, veremos las maravillas de Dios como lo ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad, porque Dios nunca ha dejado de su mano al hombre en general y a cada uno de nosotros en particular. La falta de esperanza en este momento que nos ha tocado vivir sería una pereza mortal.

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