Ese es el Cordero de Dios.
Un cierto día, vienen sacerdotes,
levitas, fariseos a preguntar a Juan quien es él y por qué bautiza. Juan dice
que no es Elías, ni el Profeta, ni el Mesías…. Pero viene uno al que no
conocéis (ni yo le he visto nunca) al que no soy digno de desatar la correa de
sus sandalias.
Al día siguiente aparece Jesús en la
fila de los que se van a bautizar. Cuando está llegando, el Espíritu avisa y
Juan no se contiene, ni quiere contenerse, porque ese es el sentido de su vida
y exclama (expresar algo en voz alta, con fuerza o vehemencia manifestando
emoción o dando vigor y eficacia a lo que se dice, - diccionario): Este es el cordero de Dios…
Todo lo que te he dicho hasta ahora
es para que nos situemos, como si estuviésemos allí, para que le pidamos a la
Virgen que… lo que quieras. Vemos, oímos dejamos de leer y soñamos. “El cordero de Dios” ¿Dónde aparece antes la figura del
cordero? Y te acuerdas de lo del paso del ángel exterminador por Egipto y la
forma de librarse de él. Es parecido a los del exterminador a través del pecado
y la forma de librarte. Y los corderos que se sacrificaban como reparación por
los pecados del pueblo y de las diversas personas. Cordero y degollado (cortada
la yugular).
Piensas, sueñas, lloras por tus
pecados. Si sabes teología puedes pensar cosas más elevadas; si eres un poco pardillo, te puedes acercar más
al espíritu de los niños y Jesús te aproximará a su corazón. En fin, sueñas.
Cuando matan a los corderos, no
balan, no se quejan, no tiran de la cuerda hacia atrás para no ir al
sacrificio.
La misma frase es la que se nos dice
en la Misa.
En el Apocalipsis de San Juan
(también existe el de S. Pedro, ver la nota final que es bien bonita), aparece
Jesús como cordero degollado.
Cuando te canses de esto puede pasar
a la siguiente frase: “que
quita el pecado del mundo”. Y vuelves a pensar y soñar y pedir luz al
Espíritu Santo, porque tú solo… Existe
el pecado y es tan malo que provoca que Dios venga y sea degollado para
salvarnos. Y otros pecan, y yo peco... ¿Qué sentido tiene mi dolor? Si quiero
ser como Jesús, ¿quiero también ser degollado, o al menos me gustaría que si me
hacen mal, no me queje y lo ofrezca? Por las mañanas, muchos de nosotros
decimos algo así: te ofrezco mis trabajos, oraciones, alegrías, sufrimientos y
miserias. ¿Cuándo me llegan, me quejo, me revelo?
Para no aburrir paso a otra frase: “El
que me envió a bautizar”. Juan no actúa por cuenta propia. Es
un “mandao”, hace las cosas que OTRO le manda que haga. Jesús también hace lo
mismo: Mi alimento es hacer la
voluntad del que me envió. Padre si es posible que pase de mí este cáliz, pero
no se haga mi voluntad sino la tuya. Y
yo, ¿hago lo que me mandan o lo que me da la gana? Se pueden sacar más ideas,
pero ya vale por hoy.
NOTA: Como todos sabemos en los primeros siglos funcionaba muy
mal el correo y peor todavía el internet. Además, si se reunían los obispos o
cualquier grupo de cristianos, los romanos se decían: esta es la nuestra, hay
muchos juntos, les cogemos y a los leones. Por eso no podían hacer concilios ni
coordinarse bien.
Pensemos ahora en las misas, que eran
parecidas a las de ahora. Allí hacían lecturas del antiguo Testamento, que
Jesús ya dijo que era palabra de Dios pues “no
pasará ni una tilde ni un acento sin que se cumpla”. También leían cosas
actuales (escritas en aquella época) y en algunos sitios leían este Apocalipsis
de San Pedro, pero no el de San Juan, en otros al revés, o ninguno de los dos y
lo mismo con otros libros. Así había algunas diferencias de unas diócesis a
otras. A los listos que pensaban (Papas, obispos, teólogos…) les parecía muy
importante unificar (a los del pueblo llano, que quizás no sabían ni leer, les
importaba menos), pero si se reunían a dilucidar… sus cuellos… los leones… En
estas, Jesús hace un milagro y le dice al pagano Constantino: “con este signo (está viendo una cruz) vencerás”. La pone en sus
estandartes y gana la batalla a Majencio (que era el favorito en las encuestas)
en el año 312 (Puente Milvio de Roma, el 28 octubre del 312) y llega a
emperador. Después de esto, no se bautiza, pero por lo menos cesan las
persecuciones y los obispos se pueden reunir. En el año 398, lo hacen en el
Concilio de Cartago (San Agustín) y luego en Hipona y luego… El Concilio dice
algo así: Hemos decidido, el
Espíritu Santo y nosotros (Hechos
15,28), que sólo se van a leer
en la Misa estos libros (y
ponen los 4 evangelios que conocemos, el apocalipsis de San Juan y otros) y estos otros, no (y quitan el Apocalipsis de San Pedro
y otros). Ahí empieza el Nuevo Testamento, por decisión de los obispos
católicos. Después de bastantes años piensan: si esto y solo esto, es lo que
tenemos que leer oficialmente, es que es lo que Dios quiere que leamos, es
decir estos libros son “Palabra de Dios”. No lo dice Jesús, que ya había
muerto. No lo dice el Espíritu Santo que lo inspira, pero no lo escribe ni lo
pronuncia. Lo dicen los obispos de varios concilios locales consecutivos, hasta
que se extiende la lista de libros a leer en la Misa por toda la tierra
católica. Aquí aparece muy clarito el concepto de “tradición”. Técnicamente la
lista de los libros se llama canon.