En el evangelio de san Marcos que
estamos leyendo y meditando en estos días, en el texto de hoy descubrimos un
auténtico tesoro. “Convertíos
y creed en el evangelio” y “el Reino de Dios está cerca”. Estas dos frases ya la hemos leído
en días anteriores.
Jesús hace presente el reino de Dios
con su persona. Nos anima para que le aceptemos y
nos llama a la conversión, a volver hacia él con renovada determinación, porque
Él es mi vida.
En el texto de hoy de nuevo se
manifiesta el reino de Dios sanando y curando la enfermedad de un hombre con
parálisis en el brazo.
Otros, los fariseos, “estaban al acecho,
para ver si curaba en sábado y acusarlo”. Jesús le dijo al que tenía la
parálisis: “Levántate y ponte ahí en medio”. Y a ellos les preguntó: ¿Qué está
permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre
o dejarle morir?
El diálogo entre Jesús y los fariseos
no es posible, se callan ante las preguntas de Jesús. “Y echando en torno
una mirada de ira, y dolido por su obstinación, le dijo al hombre: “Extiende
el brazo”. Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la
sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de
acabar con Jesús”.
Debo meterme en la escena “como si
presente me hallara”. Realmente no es una situación tensa. Queda reflejada en
la mirada de Jesús, tan distinta entre la que dirige paralítico y a los que le
quieren acusar porque no cumple la ley del sábado.
Todavía en nuestro corazón quedan
secuelas de dar más importancia a la ley que a la de conversión del corazón. Si sólo nos fijamos en la ley no es
el camino más adecuado para aceptar y vivir el reino de Dios en nosotros.
Pero si primero vivimos con confianza en el poder de Dios, entonces seré curado
y el corazón se transformará y por amor también cumpliré la ley, porque también
descubro en ella la voluntad de Dios. Pero que esto nunca sea motivo, como aparece hoy en el
evangelio, de tomar la decisión, según la ley, de acabar con Jesús en la Cruz.