Introducción
Nuestra oración es nuestra
conversación diaria con Jesús. Como nos dice la Santa: "No es otra cosa
oración mental, sino tratar de
amistad, estando muchas veces tratando a
solas con quien sabemos nos ama". Trato de
amistad, soledad, conciencia de ser amado.
Y el objetivo de ese trato de amistad
cotidiano es irnos poco a poco haciendo uno con Jesús: adquiriendo sus rasgos,
su manera de ser, de estar en el mundo.
Por eso no desaprovechemos cada día
la oportunidad de estar con Jesús que es lo único que da sentido al rato de
oración de cada mañana.
Puntos
Al iniciar la oración nos ponemos en
presencia de Dios con la oración de Ignacio: Señor, que todas mis intenciones,
acciones y operaciones sean puramente ordenadas a tu servicio y alabanza.
Una petición que resume el sentido
del fragmento que vamos a contemplar: Señor, que no sea sordo a tu llamada de
amor y que te siga.
Porque el evangelio de hoy es un
evangelio de llamada. Como composición de lugar vamos a situarnos en esa subida
a la montaña en la que Jesús fue llamando a los apóstoles, a cada uno por su
nombre.
En pasajes anteriores de Marcos
(1,16-20; 2,13-14) Jesús ha empezado a llamar a sus discípulos. Estas primeras
llamadas fueron junto al mar de Galilea. Jesús busca a sus discípulos allá
donde viven y trabajan, en medio del mundo. Y los llama en medio de sus
actividades: pescando, reparando las redes, sentado en el banco de los
impuestos…
Jesús nos ha llamado en nuestra
situación concreta. No soy yo que le voy a buscar cuando estoy preparado. No,
la iniciativa es de Él. Dios sale al encuentro del hombre cuando Él quiere.
¿Cómo llama Jesús? Es una
conversación y una llamada directa y personal. No llama a la multitud para que
le siga, llama a cada uno en particular.
¿A qué llama? “Venid conmigo”.
“Sígueme”. Nos llama a seguirle, a recorrer su mismo camino. A veces nos hemos
preguntado: ¿cuál es mi vocación, a qué me ha llamado el Señor? Es muy
sencillo, te ha llamado a seguir su camino.
En el evangelio de hoy el lugar
elegido es un monte, una de las colinas cercanas al mar de Galilea. Jesús da
solemnidad al acto y por eso sube a la pequeña altura, para que todos lo vean.
“Llamó a los que él quiso”. El verbo
griego (ethelen) nos da el matiz que la traducción española sí que respeta con
el verbo querer: no en el sentido de llamó “a los que le dio la gana”, sino que
llamó a los que quería, a los que amaba, a los que llevaba en el corazón. Se
supone por tanto, una elección de amor previa: Dios nos amó primero.
“Y se fueron con Él”: ahora no es
detrás de Él, sino con Él, en su intimidad, en su compañía.