8 enero 2017. El Bautismo del Señor (Ciclo A) – Puntos de oración

Hace dos días celebrábamos la Epifanía del Señor, su manifestación a todos los pueblos, la extensión de la salvación a todos los hombres. Con la fiesta de hoy se cierra el tiempo litúrgico de la Navidad, pero también celebramos el comienzo de la vida pública del Señor. Celebramos que tras 30 años de preparación el Señor por fin nos va a dirigir su Palabra, va a empezar a instruirnos en su camino. Seguimos, en cierto modo, celebrando esa Epifanía del Señor y así, cerrando la Navidad, la continuamos porque hoy nos alegramos de que ese Niño que nos ha nacido quiere tocarnos el corazón, quiere darse a conocer para entablar una relación con nosotros.
Acerquémonos a las lecturas de hoy con estos sentimientos. Isaías nos explica el Evangelio: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. […] No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”. Jesús aparece públicamente ante su pueblo entre los pecadores aunque no sea uno de ellos, aparece sin estridencias, sin imposiciones, aceptando nuestra condición porque ese es el sentido de su Encarnación: que Dios está enamorado de nosotros. Jesús comienza su vida pública no intentando cambiarnos sino aceptándonos tal y como somos: pecadores, y sin querer diferenciarse de nosotros, sin blandir su pureza frente a nuestra naturaleza manchada.

Quizá nuestra oración de hoy pueda transcurrir acompañando este Jesús en este día, en acercarse a sus sentimientos de humildad, mansedumbre, de afecto hacia nosotros. Quizá sea un buen día para refugiarnos por última vez en el Portal de Belén, de “despedirnos” de ese Niño hasta el próximo año, de ese Niño que tanto se parece al Jesús del Bautismo: que no se distingue de nosotros, que comparte nuestros caminos y nuestras limitaciones, que no teme ser considerado uno de tantos.

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