15 marzo 2017. Miércoles de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración

Nos vamos acercando a la Pasión. Ahora llega lo emocionante y como el tema es bien difícil, Jesús se dedica solo a los que estaban más iniciados. A los mejores, a los apóstoles elegidos previamente por Él.
Te los imaginas andando por un camino de tierra y en un momento se para, los demás le rodean y tú y yo también estamos ahí. A ti también te lo dice. Se pone serio. Todos entendemos que va a decirnos algo importante y mirándonos a los ojos: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Este evangelio no dice lo que pensaron ellos y pensamos nosotros, pero está bien claro. No entendemos nada. Además preferimos no entender.
Podemos razonar en base a distintos temas. Elijamos el del mundo, las ganas que tengo y tenemos de ser alabados, de ser aceptados por los demás, de ser estimados. Y pensamos en la frase anterior, en lo que ya sabemos de la historia de nuestra redención. Mi Dios va a ser humillado, se van a reír de Él. ¿Cuándo fue la última vez que quedé en ridículo? ¿Cómo me sentí de frustrado? ¿Se me pusieron coloradas la cara y las orejas? ¿Cuánto soy capaz de pagar y de hacer para no caer en ridículo?
Ver cómo me frena este tema para caminar por el amor. ¡Pedir perdón al que he ofendido, aunque le haya ofendido poco! Si fuese humilde, no habría posibilidad de ofenderme. Sólo se ofende al que es algo.
Estudiar cómo afronta María este tema de la humillación y la humildad.
Creo recordar que el Padre nos sugería pedir humillaciones y fracasos para derribar el muro de la soberbia. Muchos lo hemos pedido y yo lo sigo pidiendo. (Nota: las mejores humillaciones son las que proceden de defectos y errores reales míos e incluso de mis maldades y pecados).
Ignacio, en sus ejercicios, en la meditación de dos banderas, plantea como el diablo nos quiere llevar a codicia de riquezas, para así llegar al vano honor del mundo y de ahí a crecida soberbia. Dice que desde esa cumbre, enseguida se desciende a todos los pecados.
Hace poco conocí a una señora que procedía de la humildad y ahora tenía plata o por lo menos se juntaba con personas que si la tenían, y en sus fiestas, no le gustaba que apareciese su padre, porque se le notaba lo que era. Triste.
Supongamos que has reñido con tu marido o con tu esposa. Y tu llevas el 90% de la razón (al menos eso te parece), pero no toda. ¿Te adelantas a pedir disculpas por la parte que te corresponde o esperas a que lo haga el otro?
Hemos hablado de como Jesús va a vencer al mundo por su crucifixión. Podrías pensar en el vencimiento de la carne o del demonio.
Dejemos ahora lo de la madre y sus hijos. Ni ellos ni los demás han entendido nada o casi nada. Vayamos al final.
“Los poderosos hacen sentir su autoridad”. Piensan, y seguramente con razón, que si el súbdito no se siente dominado de vez en cuando, no se da cuenta de que es súbdito. Una de las veces que he sido jefe de algo, uno de mis súbditos me pidió permiso para hacer cierta cosa. Como era muy sensato, casi siempre le decía que si, pero esta vez pensé: Si siempre le digo que sí, cuando tenga que decirle que no, se va a extrañar mucho; también tiene que aprender a obedecer, y sin más, le dije que no. No sé si estuvo bien o mal hecho, pero es curioso. Los poderosos hacen sentir su autoridad. Y los humildes que tienen alguien debajo de ellos…
Todavía podemos escuchar a Jesús: “Entre vosotros… el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo”. Emocionante. Mirar como lo vivió la Virgen, cómo lo hizo Jesús. Pedirles, porque soy incapaz. Pedir por que lo consigan mis amigos y familiares.
…como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir…

Santa María, ayúdanos. San José, ruega por nosotros.

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