La primera lectura y el salmo nos
proponen la imagen del árbol. El árbol es ante todo, Jesucristo. En segundo
lugar, representa al justo. Y ciertamente hemos de traer a nuestra
consideración tanto el árbol de la vida del Paraíso, como el árbol de la cruz
que nos trajo la Vida. Salve, oh cruz. En la cual está nuestra salvación, vida
y resurrección.
Cuenta una leyenda medieval que
estando Adán para morir, su hijo Set corrió al Paraíso y pudo cortar una rama
del árbol de la Vida, con la cual esperaba devolver el calor y las fuerzas al
anciano exhausto. Pero cuando llegó a su lado, éste ya había fallecido. Plantó
Set, junto a la tumba de su padre la rama prodigiosa. Esta creció y se hizo
árbol frondosísimo. En tiempos de Salomón los arquitectos cortaron dicho árbol
para que sirviera en la edificación del templo. Pero como no se ajustaba a sus
planos, lo rechazaron e hicieron con él un puente. Cierto día un profeta de
Dios fue a atravesar el río, pero se negó a hacerlo por dicho puente en virtud
de un secreto presentimiento que luego reveló a Salomón: “Con el madero de este
puente se hará, dentro de muchas semanas de años una cruz para el redentor del
universo”.
Estrecha relación entre aquel árbol
de la vida, y la cruz, árbol de la Vida. “¡Oh Cruz fiel, árbol único en
nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo: en hojas, en flor y en fruto”.
Y en el prefacio de la cruz gloriosa
el sacerdote proclama: “Has puesto la salvación del género humano en el árbol
de la cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y
el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido”.
Leemos en un himno de san Efrén:
“Dios ha plantado un bello jardín. Ha construido su Iglesia pura. En medio de
la Iglesia ha plantado al Verbo. De modo que deja entender que el Verbo es el
árbol de la vida plantado en medio del Edén”.
Asociación ésta de Cristo con el
árbol de la vida, muy frecuente entre los santos Padres. San Hipólito compara a
Eva, apartada del árbol de la vida en el Paraíso, con María Magdalena abrazando
a Jesús resucitado en el jardín.
En una preciosa homilía de Asterio de
Capadocia, del siglo IV leemos: “Cristo es el árbol de la vida; el demonio, el
árbol de la muerte. Este expulsa al hombre del Paraíso, aquel introduce al
ladrón en el Paraíso. Los Apóstoles son las ramas del árbol de la vida, los
salvados sus frutos, las palabras su follaje, el bautismo su raíz, el Padre su
jardinero”.
Y en otro momento, refiriéndose sin
duda a versículo 3 del salmo 1 de hoy (Será como un árbol plantado al borde de
la acequia, da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas) añade: “El Verbo
es el bosque plantado a la orilla de las aguas que el Padre ha engendrado sin
separación, cargado de frutos, de savia vigorosa, de copa elevada, de hermosos
brotes. Adán, habiendo rechazado el fruto de ése árbol, cayó en su contrario.
Pues Cristo es el árbol de la Vida”.