19 marzo 2017. Domingo III de Cuaresma – Puntos de oración

* Primera lectura: Cuando las dificultades empiezan a apretar, hasta el recuerdo de los ajos y cebollas de Egipto es más fuerte que la confianza en el Dios que libera: ¿está Dios de nuestra parte o no? Quien busca pruebas no se satisface nunca. Como pasaba en tiempos de Jesús. Como pasa también en nuestro tiempo. ¿Se puede creer en un Dios que permite estos males en el mundo y que sufran las personas inocentes? ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? Dios no dará más pruebas. Ofrece sólo algunas señales de su presencia para los que tienen ojos y quieren ver. Siempre puede brotar de la roca agua para los sedientos. El desierto puede llegar a ser lugar de encuentro y amor. En el desierto, más que en ningún otro sitio, el agua crea, mantiene y acrecienta la vida. El agua es la vida. Dios da el agua salida de la roca. Pablo escribe a los corintios que la roca era Cristo (1 Co 10. 4). Juan nos cuenta cómo el último día de la fiesta de las tiendas, mientras el sacerdote llevaba el agua de la piscina de Siloé en el aguamanil de oro, en medio de los hosannas y el susurro de las palmas, Jesús decía: "Si alguno tiene sed venga a mí. Y beba el que cree en mí; como dice la Escritura, ríos de agua viva manarán de su seno (del seno del Mesías). Seguidamente explica el evangelista que se refería al Espíritu Santo.
* Salmo: El salmo nos recuerda que nosotros somos el pueblo de Dios y que él nos quiere guiar, como hace un pastor con su rebaño, para introducirnos en la tierra prometida. Él, que nos ha pensado desde siempre, sabe cómo tenemos que caminar para vivir en plenitud, para alcanzar nuestro verdadero ser. En su amor nos sugiere qué hacer, qué no hacer y nos señala el camino a seguir. Podemos orar así: “hazme dócil, Señor, quiero escuchar tu voz; hazme entender, hazme aceptar, hazme creer. Hazme ver que la manera de llegar a tu descanso es confiar en ti, fiarme en todo de ti, poner mi vida entera en tus manos con despreocupación y alegría. Entonces podré vivir sin ansiedad y morir tranquilo en tus brazos para entrar en tu paz para siempre. Que así sea, Señor”.
* Segunda lectura: Esta lectura responde a los interrogantes de la primera. La prueba de que Dios está con nosotros y nos ama, dice San Pablo, es que Cristo murió por nosotros y resucitó para nosotros. Y no sólo está entre nosotros, sino que está en nosotros, porque «el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado». Es una revelación asombrosa. Es el culmen de la donación de Dios. No sólo dará agua en el desierto o maná o codornices o victorias, sino que se da a sí mismo para saciar nuestras insatisfacciones y colmar nuestras esperanzas. El Espíritu Santo será el surtidor de agua que salte hasta la vida eterna, para que ya nadie muera de sed. Es la mejor respuesta a los incrédulos del desierto y la mejor oferta a la samaritana del pozo. Así, pues, la fe y la esperanza se alimentan mutuamente de la caridad que vive en nosotros (1 Cor. 13, 7-13).
* Evangelio: Para todos los sedientos: hay una solución definitiva. No es el pozo de Jacob, que es viejo y que se agota. La solución definitiva es hacer un nuevo pozo y meterle dentro; la solución definitiva es beber del agua de Cristo. La solución definitiva es Cristo. Cristo es el Moisés perfecto, que va a sacar nueva agua de su roca para saciar toda la sed del mundo. 
La página del evangelio es bellísima y sugerente, llena de sentido. Este hombre cautiva, tiene sed y ofrece agua, está cansado y libera de las cargas, pregunta cosas y lo sabe todo, parece un extraño y se mete en el corazón. En él se concentra toda la sed del mundo, todos los deseos y los interrogantes de la mujer; pero en él están todas las respuestas y todos los manantiales.
Lo único que se necesita es acercarse a él, o dejar que él se acerque a nosotros, y acogerle y pedirle. Él no se impone, se ofrece: «Si conocieras el don de Dios», si supieras, si tú quieres...
ORACIÓN  FINAL:

Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Archivo del blog