2 marzo 2017. Jueves después de Ceniza – Puntos de oración

El himno de Laudes de hace unos días me parece que nos puede servir muy bien para disponernos a orar en este día, jueves después de ceniza; recién estrenado el tiempo de Cuaresma y que coincide con los afectos del Salmo de la misa de hoy: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”.
Cantemos al Señor con indecible gozo,
él guarde la esperanza de nuestro corazón,
dejemos la inquietud posar entre sus manos,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso será aquel que siempre en él confía
en horas angustiosas de lucha y de aflicción,
confiad en el Señor si andáis atribulados,
abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Y así, llenos de confianza en el Señor, sintiéndonos seguros como niños en los brazos de sus padres, meditamos en el Evangelio (Lc 9, 22-25)  que la Iglesia nos propone hoy.
El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.
No es posible quitarnos de encima las dificultades y todos los sufrimientos propios de nuestra condición de personas. Cada uno lleva pegada a sí mismo una cruz hecha a su medida, y aunque vistas desde fuera las hay grandes y pequeñas, para cada cual la suya nunca es pequeña. Me parece que lo duro de la cruz no es tanto su peso objetivo en sí, sino su peso psicológico. No entender, no aceptar, no querer, y otros muchos no que se pueden pensar o sentir, ante una situación o dificultad, ante una prueba o un suceso adverso, o simplemente ante el estrés propio del día a día. Por ejemplo, el lío que puede suponer cada semana encajar el horario familiar para llevar y recoger a los niños del colegio, o por la tarde en las actividades extraescolares. Todo este peso psicológico nos puede doblar si no lo compartimos con el Señor. Pero abrazados a Jesús, caminando junto a Él, la cruz se hace salvadora, nos libera del egoísmo (necesidad de negarse a sí mismo) y nos empuja hacia la felicidad de los hijos de Dios. Abelardo nos decía que “lo duro es ir por nuestro camino, con cruz y sin Jesús”.
El que pierda su vida por mi causa, la salvará”.
En los santos y sobre todo en María tenemos el mejor ejemplo de aceptación y entrega incondicional a la voluntad de Dios. Cuando orientamos nuestra vida según la palabra de Dios no nos perdemos ni nos alienamos, sino todo lo contrario, encontramos nuestra propia esencia y nos salvamos. A María desde la Anunciación hasta el Calvario la vemos haciéndose pobre esclava del Señor y esto con actitud y no tanto con palabras. ¡Qué importante es el ejemplo que damos y que recibimos! A propósito de dar ejemplo recuerdo un “tuit” del papa Francisco de hace unos días: “No subestimemos el valor del ejemplo, porque tiene más fuerza que mil palabras, que miles de “likes” o “retweets”, que mil vídeos en Youtube”.

Podemos terminar con una petición a la Virgen: Santa María, ponnos junto a tu Hijo para vivir esta Cuaresma, para llevar nuestra cruz con Jesús y así llegar con Él a la cima del Calvario y después a la mañana de la Resurrección.

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