3 marzo 2017. Viernes después de Ceniza – Puntos de oración

1.    Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46): “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2.    Petición. Por los cristianos perseguidos en tantos lugares del mundo por ser coherentes con su fe, para que experimenten el apoyo de toda la Iglesia, por medio de la oración y de la ayuda material. (Intención del Papa para este mes de marzo).
3.    Composición de lugar (una imagen para ayudarnos a hacer la oración): Jesús orando en el desierto.
4.    Puntos para orar: Hoy es primer viernes de marzo y estamos al comienzo de la Cuaresma. Un día para acompañar a Jesús en su oración en el desierto. El desierto, un lugar árido donde falta el agua y la vegetación. Donde la vida es dura y difícil pero donde Dios nos espera. Jesús se marchó al desierto buscando el silencio y la soledad exterior e interior. Él es ejemplo para nosotros. En la soledad y la desolación del desierto Dios nos habla. Así se preparó él inmediatamente para su misión en la vida pública. Oración y ayuno. Y lucha contra las tentaciones. Y estos días intensificar la oración con ratos extras, visitas al Santísimo, rezando el Rosario con más atención y dedicando quizá un tiempo especial para ello.
Jesús en el evangelio de hoy nos dice que “cuando se lleven al novio sus discípulos (nosotros), tendremos que ayunar” y ahora es el momento del ayuno y de vivir la Cuaresma. De imitarle a él en esos 40 días en el desierto. De volvernos al Señor e implorar su perdón. De suplicar al Señor un milagro, de rogar a la Virgen que entremos en el camino de la santidad, de que nos decidamos a dar ese paso en nuestra vida. De invitar a otros a ese desierto que son los ejercicios espirituales que están preparándose para este mes.
La iglesia nos pone hoy en la liturgia el salmo 50, el miserere, el grito de súplica de perdón del rey David al ser consciente de su maldad y de su pecado. Que nos sirva para preparar una buena confesión. Podemos recitarlo de memoria o leerlo despacio en la oración e irlo haciendo nuestro. “un corazón quebrantado y humillado,  tú, Dios mío, no lo desprecias”.
Y en este año, dentro de pocas semanas, se cumplen 100 años de las apariciones de Fátima. Un mensaje maternal de la Virgen que es el mismo mensaje de la Cuaresma, el mensaje perpetuo de conversión y penitencia, de austeridad y de caridad que olvidamos tan fácilmente. Y tener a la Virgen presente en esta Cuaresma en los sacrificios que hagamos y en los sufrimientos que nos vengan. Decir como los tres santos niños pastores de Fátima la oración que ella les enseñó: “Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores, en reparación de los pecados contra el Inmaculado Corazón de María”. Y atender a su consejo maternal: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique por ellos” (mensaje del 4 de agosto de 1917), “¿Queréis ofreceros a Dios, estáis dispuestos a soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros en reparación de las ofensas que se cometen contra el Inmaculado Corazón de María?”(Mensaje del 13 de mayo de 1917).
5.    Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Pedirla que viva esta Cuaresma santamente. Avemaría.
6.    Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

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