5 marzo 2017. Domingo I de Cuaresma (Ciclo A) – Puntos de oración

Primer domingo de Cuaresma y las lecturas nos invitan a la austeridad en la oración. Nos invitan a meditar en las consecuencias del mal.
Por ello, hoy os propongo, a la manera ignaciana, meditar sobre el pecado:
  • El pecado original: releamos la primera lectura y estemos un rato contemplando la escena. Metámonos en ella, en el momento sublime de la Creación del mundo, y contemplemos cómo Dios crea todo por Amor y para el hombre. Contemplemos después a Dios Padre creando al hombre y a la mujer y, por último, cómo el hombre cae en la tentación y se aleja de Dios. ¿Cómo se sentiría nuestro Dios? ¿Cuánto sufriría de ver a su criatura predilecta, al hombre y a la mujer, en manos del Enemigo?
  • El pecado en el mundo: contemplemos la degeneración del hombre, la muerte, los asesinatos, las guerras, los millones de niños asesinados en el vientre de sus madres, los millones de hijos de Dios que mueren de hambre. Contemplemos la falsedad, la hipocresía de esos hombres que eran cristianos, contemplemos la maldad en los ojos de los hombres. Fijaos en las tiranías, en las nuevas ideologías, en la rebelión del hombre contra su Dios, su Creador. Mirad al hombre gritando “libertad” con el puño en alto enarbolando la bandera del odio. Entrad en esos corazones y descubrid que, en el fondo, ese no es más que un grito de súplica, mal expresado, del corazón marchito del hombre que lucha porque no sabe perdonar, que grita porque no sabe amar. Porque ha rechazado el Amor. Contemplad cómo Dios sigue sufriendo, porque ama a sus hijos y no puede verles lejos de su Amor. Contemplad las sectas, la “New Age”, la búsqueda del hombre que no encuentra. Mirad, observad, contemplad el sufrimiento del mundo. Y escuchad, sólo al final, esa frase magistral del Padre que cambió la historia: “Hagamos Redención”, y la sentencia que condenaba el mal para siempre: “y el Verbo se hizo carne”.
  • El pecado en tu vida: ya después de la Redención contempla tu vida, la conoces mejor que nadie, y no veas tu vida como una sucesión de derrotas, de fallos, una cadena de amarguras y traiciones al que por ti dio la Vida. Mira tu vida, no así, sino como un rosario de Misericordia en el que Dios mismo, en cada uno de tus fallos, ha usado el abono de tu miseria para hacer crecer la rosa de su Amor. Contempla así tu vida y verás el inmenso Amor de Dios contigo, cómo cuando tú creías que ibas sólo Él andaba a tu lado y, cuando creías que estabas perdido, siempre había una mano que te salvaba. El pecado en tu vida, tras la Redención, tiene un sentido nuevo, Dios te ama, tal y como eres, no pide más que un poco de tu amor pobre, humano. Él sabe que somos barro. Eso recordamos cada Domingo, un tremendo misterio de Amor.


Relee ahora, con estas perspectivas, las lecturas, recita el Salmo como una oración propia (no lo pases por encima como algo que no habla de ti) y contempla, en el Evangelio, cómo el mismo Cristo te da las claves para vivir con expectación apasionada esta Cuaresma hasta que llegue el día, el Domingo de Resurrección, en el que nuestra Salvación, la tuya y la mía, se habrá consumado. Y espera, después, con ardiente vigilancia, el domingo sin ocaso, en el que la Humanidad entera entrará en su presencia, en el que, cara a cara, deberás responder de tu amor ante el Amor.

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