Empezamos nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el
fuego de tu amor”.
Una vez que ya nos hemos puesto en
presencia de Dios pidiendo la asistencia del Espíritu Santo, podemos repetir al
Señor lentamente y varias veces: “Jesús en Ti confío, Jesús en Ti confío,…”.
Estamos iniciando la Semana Santa. Le
pedimos al Señor que nos ayude a entrar de lleno desde ya en el Misterio de
estos días, en el que Él va a dar la vida por nosotros para librarnos del
pecado y por lo tanto hacernos felices.
Señor, tú eres mi luz y mi salvación,
mi fortaleza. Eres el Ungido, el Elegido por Dios para darnos la gracia de la
Gloria Eterna. Señor, no debo tener miedo porque tú vas conmigo, me coges de la
mano y me acompañas. Esta Semana Santa vas a morir de nuevo por mí, ¿cómo podré
pagártelo?; no puedo, es impagable. No puedo hacer más que agradecértelo Señor,
me sobrepasa y no puedo entenderlo.
Jesucristo es el Ungido de Dios, es
Cristo. En el Evangelio de hoy, su amiga María, le reconoce como Cristo y le
unge los pies con perfume, con su mejor perfume. ¿Le reconoces tú también como
Cristo, como el Ungido, como hace María? o ¿sólo tenemos en nuestra mente el
concepto, por tradición, de que Jesús es Cristo? Señor, ayúdame a cambiar y que
mi amor a ti sea más profundo. ¿Cómo puedo ungirte yo a ti, Jesús?. ¿Cómo puedo
reconocerte como mi salvador? ¡Ayúdame a saber cómo puedo amarte más!, ayúdame
a saber cómo puedo vivir esta Semana Santa de verdad y centrado sólo en ti,
Señor.
Durante la Semana Santa, antes del
comienzo del Triduo Pascual, se celebra también la Misa Crismal. En ella se
consagra el Santo Crisma u oleo de los catecúmenos. Pidamos por los
catecúmenos, que serán hechos por la misericordia de Dios, que les ha salido al
encuentro, neófitos en la Vigilia Pascual.
Madre, intercede por nosotros para
que podamos vivir una santa Semana Santa.