19 abril 2017. Miércoles de la Octava de Pascua – Puntos de oración

* Hechos 3,1-10: “Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar”.
Sobre el Nombre de Jesús dice San Bernardo:
«El nombre de Jesús no es solamente Luz, es también manjar. ¿Acaso no te sientes confortado cuantas veces lo recuerdas? ¿Qué otro alimento como él sacia así la mente del que medita? ¿Qué otro manjar repara así los sentidos fatigados, esfuerza las virtudes, vigoriza la buenas y honestas  costumbres y fomenta las castas afecciones? Todo alimento del alma es árido si con este óleo no está sazonado; es insípido si no está condimentado con esta sal. Si escribes, no me deleitas, a no ser que lea el nombre de Jesús. Si disputas o conversas, no me place, si no oigo el nombre de Jesús. Jesús es miel en la boca, melodía en los oídos, alegría en el corazón. ¿Está triste alguno de vosotros? Venga a su corazón Jesús, y de allí salga a la boca. Y he aquí que apenas aparece el resplandor de este nombre desaparecen todas las nubes y todo queda sereno» (Sermón 15 sobre el Cantar 1.2).
* Salmo 104: Dios es siempre fiel a su Alianza y a su amor hacia nosotros. Él jamás abandonará a su Pueblo a pesar de nuestras infidelidades. ¿Habrá alguien que nos ame como Dios lo ha hecho? Su misericordia es eterna y se prolonga de generación en generación. En su amor por nosotros se hizo uno de nosotros para ofrecernos su perdón, y para hacernos partícipes de su Vida y de su Espíritu. Aun cuando muchas veces nosotros nos alejemos del Señor y traicionamos su amor, Él no se olvidará de nosotros y siempre estará dispuesto a perdonarnos, pues Él es nuestro Dios y Padre misericordioso, y no enemigo a la puerta. Mientras aún es tiempo, volvamos al Señor, dejémonos amar por Él y convirtámonos en fieles testigos suyos, proclamando sus prodigios a todos los pueblos. Que se alegren los que buscan al Señor.
* Evangelio: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?” (Lc 24,32)
Del Beato Cardenal John Henry Newman (1802-1890) presbítero, fundador de un oratorio de San Felipe Neri, teólogo PPS 6, 10
“Hermanos, reflexionemos sobre lo que significaban las apariciones de Jesús a sus discípulos después de su resurrección. Tienen tanto más importancia cuanto que nos muestran que una comunión de este género con Cristo sigue siendo posible. Este contacto con Cristo nos es posible también hoy. En el período de los cuarenta días que siguieron a la resurrección, Jesús inauguró su nueva relación con la Iglesia, su relación actual con nosotros, la forma de presencia que ha querido manifestar y asegurar.
Después de su resurrección ¿cómo se hizo Cristo presente a la Iglesia? Iba y venía libremente, nada se oponía a su venida, ni siquiera las puertas cerradas. Pero una vez presente, los discípulos no eran capaces de reconocer su presencia. Los discípulos de Emaús no tenían conciencia de su presencia hasta después, recordando la influencia que él había ejercido sobre ellos: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?”
Observemos bien en qué momento se les abrieron los ojos: en la fracción del pan. Esto es lo que le evangelio nos dice. Aunque uno reciba la gracia de darse cuenta de la presencia de Cristo, se le reconoce sólo más tarde. Es sólo por la fe que uno puede reconocer su presencia. En lugar de su presencia sensible, nos deja el memorial de su redención. Se hace presente en el sacramento.   ¿Cuándo se ha manifestado? Cuando, para decirlo de alguna manera, hace pasar a los suyos de una visión sin verdadero conocimiento a un auténtico conocimiento en lo invisible de la fe”.
Oración final

Dios todopoderoso, confírmanos en la fe de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu Hijo Jesucristo, nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que por la fuerza salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Archivo del blog