* Hechos
3,1-10: “Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a
andar”.
Sobre el Nombre de Jesús dice San Bernardo:
«El nombre de Jesús no es solamente
Luz, es también manjar. ¿Acaso no te sientes confortado cuantas veces lo
recuerdas? ¿Qué otro alimento como él sacia así la mente del que medita? ¿Qué
otro manjar repara así los sentidos fatigados, esfuerza las virtudes, vigoriza
la buenas y honestas costumbres
y fomenta las castas afecciones? Todo alimento del alma es árido si con este
óleo no está sazonado; es insípido si no está condimentado con esta sal. Si
escribes, no me deleitas, a no ser que lea el nombre de Jesús. Si disputas o
conversas, no me place, si no oigo el nombre de Jesús. Jesús es miel en la boca, melodía
en los oídos, alegría en el corazón. ¿Está triste alguno de vosotros? Venga a su corazón Jesús,
y de allí salga a la boca. Y he aquí que apenas aparece el resplandor de este
nombre desaparecen todas las nubes y todo queda sereno» (Sermón 15 sobre el
Cantar 1.2).
* Salmo
104: Dios
es siempre fiel a su Alianza y a su amor hacia nosotros. Él jamás abandonará a su Pueblo a pesar de nuestras
infidelidades. ¿Habrá alguien que nos ame como Dios lo ha hecho? Su misericordia es eterna y se
prolonga de generación en generación. En
su amor por nosotros se hizo uno de nosotros para ofrecernos su perdón, y para
hacernos partícipes de su Vida y de su Espíritu. Aun cuando muchas veces
nosotros nos alejemos del Señor y traicionamos su amor, Él no se olvidará de
nosotros y siempre estará dispuesto a perdonarnos, pues Él es nuestro Dios y
Padre misericordioso, y no enemigo a la puerta. Mientras aún es tiempo,
volvamos al Señor, dejémonos amar por Él y convirtámonos en fieles testigos
suyos, proclamando sus prodigios a todos los pueblos. Que se alegren los que buscan al
Señor.
* Evangelio:
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?” (Lc 24,32)
Del Beato Cardenal John Henry Newman
(1802-1890) presbítero, fundador de un oratorio de San Felipe Neri, teólogo PPS
6, 10
“Hermanos, reflexionemos sobre lo que
significaban las apariciones de Jesús a sus discípulos después de su
resurrección. Tienen tanto más importancia cuanto que nos muestran que una
comunión de este género con Cristo sigue siendo posible. Este contacto con Cristo nos es
posible también hoy. En
el período de los cuarenta días que siguieron a la resurrección, Jesús inauguró
su nueva relación con la Iglesia, su relación actual con nosotros, la forma de
presencia que ha querido manifestar y asegurar.
Después de su resurrección ¿cómo se
hizo Cristo presente a la Iglesia? Iba y venía libremente, nada se oponía a su
venida, ni siquiera las puertas cerradas. Pero una vez presente, los discípulos
no eran capaces de reconocer su presencia. Los discípulos de Emaús no tenían
conciencia de su presencia hasta después, recordando la influencia que él había
ejercido sobre ellos: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?”
Observemos bien en qué momento se les
abrieron los ojos: en la fracción del pan. Esto es lo que le evangelio nos
dice. Aunque uno reciba la gracia de darse cuenta de la presencia de Cristo, se
le reconoce sólo más tarde. Es
sólo por la fe que uno puede reconocer su presencia. En lugar de su presencia
sensible, nos deja el memorial de su redención. Se hace presente en el
sacramento. ¿Cuándo
se ha manifestado? Cuando, para decirlo de alguna manera, hace pasar a los
suyos de una visión sin verdadero conocimiento a un auténtico conocimiento en
lo invisible de la fe”.
Oración final
Dios todopoderoso, confírmanos en la
fe de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu Hijo Jesucristo,
nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que por la fuerza
salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.