Purifico mi oración antes de
comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir
por mí mismo: Señor, que todas
mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y
alabanza de vuestra divina majestad.
El Evangelio nos recuerda que el que cree en Dios, aunque muera,
vivirá. Nos recuerda algo ya
sabido, y quizá algo que ha perdido la mordida en nuestra vida. ¿Busco los
bienes de allí arriba? ¿Mi corazón está libre en la relación con las cosas de
aquí abajo? Abelardo cuenta en un
seglar descubre la oración con
la intensidad que le caracteriza, el impacto que supuse para él leer por
primera vez el que cree en Mí,
aunque muera vivirá. ¿Será verdad esto? ¿Será posible no morir para
siempre? ¿Será posible Vivir para siempre?
En tiempo de Pascua, este ‘el que
cree en Mí, aunque muera vivirá’, ¿no será una invitación que el Señor me está
haciendo, y que pide ser tomada en serio? ¿O acaso hembra s felicitado la
Pascua para permanecer en lo caduco y en la muerte?
Quizá no necesite seguir adelante,
sino detenerme aquí, y saborear esta promesa de Jesús…
Quizá el Espíritu abra una segunda vía
en la oración. Mucho menos obvia, aún para los que nos decimos miembros
veteranos del Movimiento de
Santa María. Y es la relación con el mundo.
Si tanto amaste al mundo, Dios mío,
que entregaste a tu Hijo único para que todo el que cree en Él no muriera, sino
que tuviera Vida eterna…, necesariamente como bautizado he de replantearme la
relación, la defensa, la cercanía, el amor que tengo hacia dicho mundo: ese
ambiente a veces agradable, a veces hostil, a veces profundamente humano, a
veces que me llega a dar asco…
¿No necesitaré pedir gracia para
establecer una relación renovada con mis hermanos los hombres, con los que
comparto vida, trabajo, hobby, deporte, familia, vecindario, apostolado…? ¿No
será necesario abrirse a una mirada más amorosa hacia el mundo (¡mi mundo!) que
rechazo, que siento como obstáculo para vivir unido a Dios?
Benedicto XVI, al concluir los
ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes
del final de su pontificado.
Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios
y así, en el silencio,
escuchar la Palabra,
ver el Amor.
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios
y así, en el silencio,
escuchar la Palabra,
ver el Amor.
Recuperar lo vivido o lo planeado
para este día, y pasarlo por este prisma. Concretar (no teorizar en genérico),
invitando al Señor a que toque mi vida. Madre,
concédeme vivir laicalmente, sin huir del mundo…, permaneciendo como Tú en la
roca de Gredos: Eres y Estás, Amada por el Señor, y eso te basta…