1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz
y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y
rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46):
“Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente
ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición. Recogemos la intención que el Papa
nos encomienda para que pidamos en este mes “Por los jóvenes, para que
sepan responder con generosidad a su propia vocación, considerando seriamente
también la posibilidad de consagrarse al Señor en el sacerdocio o en la vida
consagrada.”
3. Composición de lugar (una imagen para ayudarnos a
hacer la oración): Jesús salva y perdona a la mujer adúltera.
4. Puntos para orar: nos vamos acercando al final de la
Cuaresma. La Semana Santa está ya próxima. Y los días en que celebramos que
Jesús realizó nuestra salvación están próximos. La liturgia de hoy nos muestra
en el evangelio a Jesús inclinado que escribe en el duro suelo de nuestro
corazón con su dedo. Dios ha escrito en nuestra conciencia lo que está bien y
tenemos que hacer y lo que está mal y tenemos que evitar. Y Jesús, en silencio,
inclinado, deja que hable la conciencia de los hombres que acusan a la mujer.
Los acusadores no traían a la mujer a Jesús con un buen fin sino con mala
intención, “para comprometerlo y poder acusarlo.” Y Jesús
calla y deja hablar a sus conciencias sobre lo que están haciendo. Su silencio
es elocuente. Los más viejos se dan cuenta antes de su situación incómoda y
como es su mismo corazón el que los acusa y de acusadores pasan ante Jesús, el
único inocente, a ser los acusados. Y a mí me pasa igual. Qué fácil es condenar
y preparar las piedras de los juicios duros y de las palabras hirientes ante
quien vemos que nos ha fallado y pensamos que también le ha podido fallar a
Dios con su pecado flagrante. Y no veo la podredumbre y las malas intenciones
de mi propio corazón. Hace falta que Jesús calle y que todo calle para que
hablen las palabras que él ha escrito con sus dedos en el duro suelo de mi
conciencia para ver poco a poco la verdad. Y al final podemos elegir entre
quedarnos frente a frente a Jesús, como la mujer adúltera, o escabullirnos del
verdadero juez, como los pobres fariseos que no admiten que la salvación ha
venido también para ellos. Y no actuar como ellos, que no esperaron el perdón
de Jesús para sus pecados. Y quedarnos en la oración con la adúltera, en el
suelo, recibiendo el perdón del único que importa que lo dé. Y darle a Jesús el
regalo de dejarnos perdonar y levantarnos como hijos queridos y redimidos para
marchar con el propósito de cumplir su palabra, que nos dice poderosa y amante: “Tampoco
yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”
La iglesia nos pone hoy en la liturgia
el breve y delicioso salmo 22, el Señor, pastor de Israel y de la Iglesia y de
mi alma. Podemos rezarlo leyéndolo con calma en la oración de hoy mientras nos
levantamos con la mujer adúltera y reemprendemos nuestro camino con la
conciencia de que Dios me ha encontrado entre las cañadas oscuras de mi vida,
por donde me había enredado y perdido, y él mismo me conduce ahora en la fe y
repara mis fuerzas con la Eucaristía de cada día.
Salmo 22 Salmo de David
El Señor es mi pastor, nada me falta:en verdes praderas me hace recostar;me conduce hacia fuentes tranquilasy repara mis fuerzas;me guía por el sendero justo,por el honor de su nombre.Aunque camine por cañadas oscuras,nada temo, porque tú vas conmigo:tu vara y tu cayado me sosiegan.Preparas una mesa ante mí,enfrente de mis enemigos;me unges la cabeza con perfume,y mi copa rebosa.Tu bondad y tu misericordia me acompañantodos los días de mi vida,y habitaré en la casa del Señorpor años sin término.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Pedirla que viva esta Cuaresma santamente.
Avemaría.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el
rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo
conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o
dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al
hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.