14 mayo 2017. Domingo V de Pascua (Ciclo A) – Puntos de oraciónDomingo V de Pascua (Ciclo A) – Puntos de oración

1.      Da gusto contemplar la vida de los primeros cristianos. Está claro que los DOCE quieren dedicarse de lleno “a la oración y al ministerio de la Palabra”, pero sin dejar de atender a la mesa. Por eso buscan “diáconos”, servidores. De este modo logran su objetivo que la Palabra de Dios se extienda “cada vez más”,  que el número de discípulos aumente y que muchos sacerdotes abracen la fe. Fijémonos que lo consiguieron convocando a todos los discípulos, los cuales recibieron la misión de  “buscar a los responsables” con un perfil definido: hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría.
2.      Tras agradecer al Señor por esta primitiva comunidad que vive la koinonía (comunión), la sinodalidad (colaborando todos, en equipo), la parresía (el anuncio entusiasta de la Palabra de Dios), pidamos como sugiere San Ignacio: ¡Que no sea sordo al llamamiento! O como solía proponernos Abelardo: ¡Madre, elígeme para lo que más!
3.      El Salmo 33 nos anima a aclamar al Señor por ser Señor, porque “ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor” y porque sus ojos misericordiosos están fijos en nosotros para llevarnos al Cielo, para librar nuestras vidas de la muerte.
4.      San Pedro que hizo agua por todos los sitios, que palpó como nadie el barro de que estaba hecho, nos comparte la realidad gozosa de que al “acercarse a Él, la piedra viva” seremos piedras vivas, edificados como una casa espiritual, raza elegida, sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz.
5.      San Juan 14,1-12 nos recuerda una vivencia personal que es un Cielo anticipado para nosotros.  Jesús dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, no os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.”. ¡Qué alegría cuando Jesús me dice: Eres cielo y te he preparado la Morada Celestial!
6.      Gracias al “periodista” Tomás que inquirió al Maestro, contamos con la más confortadora definición personal de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Y sigue, mucho mejor todavía: “Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto".
7.      SANTA MARÍA del CAMINO
¡Estrella y Camino! ¡Ven con nosotros a caminar! Seguro que el día del Centenario de la Virgen de Fátima te pide prolongar, paladear, su fiesta. ¡Qué buen camino para el CAMINO!
SUMPLEMENTO:
Santo Tomás de Aquino: “Mejor es cojear en el Camino que correr fuera de Él”. Comentario sobre el Evangelio de San Juan «Señor, ¿cómo podemos saber el camino?» (Jn 14,6) 14, 2

Cristo es al mismo tiempo el camino y el término: el camino en función de su humanidad, el término en función de su divinidad. Así pues, según es hombre dice: «Yo soy el Camino» y según es Dios añade: «la Verdad y la Vida». Estas dos palabras dicen muy claramente el término de este camino, porque el término de este camino, es el fin del deseo humano... Cristo es el camino para llegar al conocimiento de la verdad, puesto que él mismo es la verdad: «Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad» (Sal 85,11). Y Cristo es el camino para llegar a la vida, puesto que él mismo es la vida: «Me enseñarás el sendero de la vida» (Sal 15,11)...Si buscas por donde pasar, agárrate a Cristo, puesto que él mismo es el camino: «Es el camino, síguele» (Is 30,21). Y san Agustín comenta: «Camina siguiendo al hombre y llegarás a Dios». Porque es mejor cojear a lo largo del camino que andar a grandes pasos fuera del camino. El que cojea durante el camino, aunque no adelante mucho, se acerca al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más valientemente corre, tanto más se aleja del término. Si buscas a dónde ir, únete a Cristo, porque Él en persona es la verdad a la cual deseamos llegar: «Es la verdad que mi boca medita» (Pr 8,7). Si buscas donde permanecer, únete a Cristo porque él en persona es la vida: «El que me encuentre encontrará la vida» (Pr 8,35).

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