Creo que esta meditación de Abelardo
para el mes de mayo es mucho mejor que lo que yo pudiese escribir, así que ahí
va.
15. Y a ti una espada te atravesará el
alma (Lc 2, 35)
Vamos a seguir contemplando y meditando
lo que la Virgen Madre con los ojos y el corazón puestos en el Niño ponderó en
lo más profundo de su alma.
Humillándose y consciente de su nada,
adora, ama y confía. La espada de dolor profetizada por Simeón pronto comenzará
a atravesar su alma. Huye a Egipto abandonada plenamente en la protección de un
Dios Padre que se oculta. Y en silencio calla y espera.
Si la sumisión del Niño es tan total que
en todo depende de la Madre, la sumisión de Ella será tal que alcanza la más
alta cima del abandono y pertenencia al Padre de los Cielos.
Sin temor a los males que puedan venir,
vive plenamente el momento presente. No pierde, por tanto, el misterioso ahora
en que el Padre y el Hijo se abrazan en el hombre cuando sufrimos.
¡Qué mal sabemos nosotros aprovechar el
sufrimiento! ¡En un mundo en que tanto se sufre!
No podemos injertarnos en Cristo sin
sufrir, porque no hay injerto sin sangrar.
Estrechando al Niño entre sus brazos, la
Virgen nos estrechaba a ti y a mí. Acogía todo el sufrimiento humano con el que
su Hijo se abrazaba (...)
Pues bien (...) tú también puedes entrar
en este drama de amor: toma los corazones de todos los seres humanos y,
sintiéndote solidario con su miseria, ofrécela a Jesús. Une tu miseria a toda
esa miseria humana. Dale a Jesús la oportunidad de encontrar en ti, la miseria
de toda una Humanidad que Él quiere perdonar, y perdonaría si cada ser humano,
acercándose a Él, arrepentido, se la entregase.
Al menos lograrás que lo que tú
presentas con tu deseo, Él lo abrace y lo ame presentándolo al Padre con su
deseo. Y no te olvides de hacerlo a través de la Madre que llena del Espíritu
Santo te recibió por hijo al pie de la Cruz, y como a ti a toda la humanidad.[i]