7 mayo 2017. Domingo IV de Pascua (Ciclo A) – Puntos de oración

Ayer mientras iba de viaje, salían numerosos temas en  la conversación de la vida diaria. En esta época que nos toca vivir hay multitud de ellos, de distintos tipos y cada vez más complicados de afrontarlos y darlos sentido. El mundo es muy complejo y en él nos tenemos que mover y desenvolver.
Yo comentaba a mi amigo la suerte que teníamos de haber recibido la fe, haber nacido en una familia cristiana y de cultivar la vida de oración y sacramentos. Cuanto me ayuda tener un referente moral para actuar, un sentido en la vida para avanzar, la eucaristía para darme fuerzas y la confesión para equilibrarme y darme ánimos para seguir levantándome. Imaginaros que nos faltaran todas estas cosas. Pues así caminan nuestros compañeros por la vida. Yo no sé dónde me podría situar si me faltara todo esto.
Por eso qué bien empezar este domingo con un ratito de oración, leyendo las lecturas de la misa. Este ratito que nos permite conocer a Jesús, que será nuestro camino, verdad y vida. Jesús que se nos presenta hoy como el que nos conoce íntimamente, como el que nos cuida y vela continuamente, que nos protege de todo lo malo que nos llega del mundo…
Ir recitando el salmo. Escuchar su voz. Nos dice el evangelio con una metáfora que sus ovejas conocen su voz. Nosotros que pasamos una y otra mañana haciendo oración, escuchamos su voz, estamos atentos a su llamada. El que ha cargado con nuestras culpas, para hacernos el camino ligero. El que nos ha curado con sus heridas.
Hoy la meditación reposada de las lecturas es la mejor oración.
El Señor vela por mí, está atento para que nada me falte, me guía por los mejores caminos, si me canso repara mis fuerzas, si tengo sed me colma con su agua, si se oscurece mi fe ilumina el camino. Comparte su mesa conmigo. Me unge con perfume, el buen olor de Cristo, el perfume del amor que se derrocha y derrama. Su bondad y misericordia me acompañan y le seré fiel todos los días de mi vida. Qué más puedo desear…
Ir saboreando el salmo. Que mejor compañero de viaje, que mejor amigo podríamos querer.

Cuando salgamos al camino sinuoso, pedregoso, polvoriento, sombrío, incierto..., de la vida, vayamos con Él. Él es el amigo fiel, en quien se puede confiar, de quien uno se fía. Cuando no lo veamos todo tan claro, fiarnos y aceptar. Uno muchas veces no entiende lo que le dice un amigo, no lo ve, pero se fía porque es un amigo. María es la mujer que se fío de Dios. La mujer que fue fiel, aun en la oscuridad de la noche. Madre hágase, estar.

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