10 octubre 2017. Martes de la XXVII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Empezamos nuestro rato de oración ofreciendo las actividades del día de hoy,  pidiendo ayuda al Espíritu Santo y a nuestros intercesores.
La lectura del evangelio de hoy nos cuenta la visita de Jesús a dos hermanas: Marta y María. Sabemos por otros momentos del evangelio que aquella era una casa que Jesús visitaba con frecuencia, en ella también vivía su amigo Lázaro. El tercer hermano de la familia.
Ambas hermanas ofrecen acogida al señor, pero de distinta manera. María escuchaba a los pies del Señor. Marta se multiplicaba para que todo estuviera bien, en su punto, agradable a Jesús.
En un momento, Marta se agobia. Esta hermana muestra la psicología de la persona activa, hace cosas pero se exige más a sí misma, pensando que se puede hacer todavía más, acaba  angustiándose. Por otro lado ve a su hermana tranquila, tiene una cierta envidia de la serenidad de su hermana y además siente como si Jesús prefiriera a María y salta irritada: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude (v.40).  
Jesús le responde; “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada” (v.41-42).
En sus ocupaciones, Marta corre el riesgo de poner el acento en las cosas y no en la persona, Jesús. Hace tantas cosas por el huésped, sirviéndole, alimentándole que se olvida de su presencia, se olvida del propio huésped.
María escuchaba a los pies del Señor, como tantas veces hacían sus discípulos. El huésped estaba a gusto porque era escuchado, acogido como persona, con su historia, su corazón rico de sentimientos y de pensamientos, escuchado se sentía verdaderamente en familia.
Es Dios el que viene muchas veces a nosotros y nosotros hablamos, hablamos, hablamos y hablamos, pero muchas veces no escuchamos. No dejamos hablar a Él a nuestro corazón.
Jesús puede ser nuestro huésped, pero le hemos podido poner en un rincón y tenerle allí callado. Nosotros podemos estar ocupados en muchas cosas, queremos agradarle incluso, queremos que nos agradezca lo que hacemos por Él. Pero podemos no escucharle, Él se puede sentir como en una posada, un hostal, pero no en familia. 
Esto mismo nos puede ocurrir con nuestros ancianos y enfermos, nos disculpamos: “es que repiten mucho las cosas…son muy pesados”. Les atendemos, les ayudamos con la comida, les llevamos al médico,  pero algunas veces nos falta la acogida y escucha.
Hoy vivimos con alto nivel de ansiedad por querer hacer más cosas de las que podemos, algunas cosas no podemos dejar de hacerlas porque son importantes. Esto origina que tendamos a perder nuestra capacidad de escucha. Estamos ocupados continuamente y así no tenemos tiempo para escuchar.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús. Examinemos con el Maestro nuestro corazón, pidiendo a la Virgen nos preste su “corazón para escucharle”. “Hágase en mí según tu palabra”, tu palabra que he escuchado y asimilado. Que ella nos libre de esa dureza de corazón que nos hace insensibles a las necesidades de los que nos rodean. Que ella nos dé la paz que precisamos para escuchar al hermano.

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