San Pedro de Alcántara, O.F.M., (Alcántara, 1499 – Arenas de San Pedro, 18 de
octubre de 1562) fue fraile franciscano español. Su nombre
real es Juan de Garavito y Vilela de Sanabria. Muere a la edad de
63 años. Fue beatificado por el papa Gregorio XV en 1622 y
canonizado por Clemente IX en 1669.
Nació en el seno de una familia noble.
Sus padres, Alonso Garabito y María Vilela de Sanabria y Maldonado, vivieron en
Villaturiel un pueblo cerca de León, a mediados del siglo XV. Estudia leyes en
la Universidad de Salamanca, abandona los estudios y toma los hábitos
en 1515 en el convento de San Pedro de los Majarretes, cerca
de Valencia de Alcántara, donde toma el nombre de Fray Pedro de Alcántara.
Fundó el convento más pequeño del mundo,
"El Palancar", cerca de Pedroso de Acim. Fue amigo y consejero
de Santa Teresa de Jesús. Llamado por Carlos V en su retiro
de Yuste para ser su confesor, declinó el santo alcantarino dicha
proposición. Conocido sobre todo por su penitencia, encandilaba a las masas con
su oratoria. Redujo el "Libro de la oración y Meditación"
de Fray Luis de Granada a su versión portátil y popular, el
"Tratado de la oración y meditación".
Esta vida de contemplación no era
obstáculo para estar en relaciones con muchas personas por vía epistolar e,
incluso, para hacer largos viajes, generalmente a pie, especialmente por
Extremadura y Portugal. Hay testimonios de una entrevista con Carlos V en
Yuste. Por donde iba dejaba su rastro de santidad, caminaba descalzo, y se
contaban los prodigios que ocurrían en torno a su persona como serían pasar el
Tiétar sobre las aguas, el no mojarse en plena tormenta o el que la nieve
formase una pequeña cavidad a su alrededor en el Puerto del Pico cuando
regresaba de un viaje a Ávila.
Del Señor viene la misericordia, la
redención copiosa.
Cuántas veces hemos escuchado este salmo
en funerales. A veces se me pone carne de gallina cuando lo escucho en los
entierros. Desde lo hondo a ti grito Señor. Si llevas cuenta de
los delitos Señor, ¿Quién podrá resistir? pero de ti procede el perdón.
Un profeta no es alguien que adivina el
futuro, como tendemos a pensar, sino un hombre o una mujer que recibe una
misión por parte de Dios, alguien que debe transmitir a los hombres un
determinado mensaje que no nace de él, sino de lo Alto. Una condición
importante de todo profeta es que genera desconfianza en algunos, sobre todo en
los que le conocen, los de “su tierra”, los más cercanos. ‘¿Por qué se
ponían los maestros de la ley a y los fariseos tan nerviosos al escuchar al
Jesús profeta?’, podemos preguntarnos. Porque el mensaje de Dios siempre es
incómodo, porque siempre denuncia nuestro estilo de vida tibio o mediocre
invitándonos a revisar lo que somos y a cambiar, para así acercarnos a lo que
realmente somos. La pregunta es ¿Dónde están hoy los profetas? ¿Quiénes son hoy
los profetas? ¿Hasta qué punto soy yo un profeta para el mundo? ¿Cuál es mi
mensaje de Dios para este mundo? ¿Cómo lo estoy transmitiendo?
¿Me parezco algo a San Pedro de
Alcántara? Decían que estaba hecho de raíz da árbol. Un hombre fuerte en
oración y penitencia. Comer para el tercer día era muy ordinario… Su pobreza
era extrema. Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas
palabras...”
Santa Teresa, dentro de este año jubilar
recién estrenado, le consultaba a San Pedro de Alcántara; fue la gran
cantora de estas durísimas mortificaciones, como nos lo ha dejado en sus obras
inmortales: En el capítulo 27 de su Autobiografía nos cuenta la doctora la gran
pobreza, la punzante austeridad y la maravillosa dulzura que despedía la vida y
obras de San Pedro de Alcántara
El Papa Francisco nos anima dentro del
centenario de Fátima a rezar el Rosario durante este mes de octubre.