19 octubre 2017. Jueves de la XXVIII semana del T. O. – San Pedro de Alcántara – Puntos de oración

San Pedro de Alcántara, O.F.M., (Alcántara, 1499 – Arenas de San Pedro, 18 de octubre de 1562) fue fraile franciscano español. Su nombre real es Juan de Garavito y Vilela de Sanabria. Muere a la edad de 63 años. Fue beatificado por el papa Gregorio XV en 1622 y canonizado por Clemente IX en 1669.
Nació en el seno de una familia noble. Sus padres, Alonso Garabito y María Vilela de Sanabria y Maldonado, vivieron en Villaturiel un pueblo cerca de León, a mediados del siglo XV. Estudia leyes en la Universidad de Salamanca, abandona los estudios y toma los hábitos en 1515 en el convento de San Pedro de los Majarretes, cerca de Valencia de Alcántara, donde toma el nombre de Fray Pedro de Alcántara.
Fundó el convento más pequeño del mundo, "El Palancar", cerca de Pedroso de Acim. Fue amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús. Llamado por Carlos V en su retiro de Yuste para ser su confesor, declinó el santo alcantarino dicha proposición. Conocido sobre todo por su penitencia, encandilaba a las masas con su oratoria. Redujo el "Libro de la oración y Meditación" de Fray Luis de Granada a su versión portátil y popular, el "Tratado de la oración y meditación".
Esta vida de contemplación no era obstáculo para estar en relaciones con muchas personas por vía epistolar e, incluso, para hacer largos viajes, generalmente a pie, especialmente por Extremadura y Portugal. Hay testimonios de una entrevista con Carlos V en Yuste. Por donde iba dejaba su rastro de santidad, caminaba descalzo, y se contaban los prodigios que ocurrían en torno a su persona como serían pasar el Tiétar sobre las aguas, el no mojarse en plena tormenta o el que la nieve formase una pequeña cavidad a su alrededor en el Puerto del Pico cuando regresaba de un viaje a Ávila.
Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Cuántas veces hemos escuchado este salmo en funerales. A veces se me pone carne de gallina cuando lo escucho en los entierros. Desde lo hondo a ti grito Señor. Si llevas cuenta de  los delitos Señor, ¿Quién podrá resistir? pero de ti procede el perdón.
Un profeta no es alguien que adivina el futuro, como tendemos a pensar, sino un hombre o una mujer que recibe una misión por parte de Dios, alguien que debe transmitir a los hombres un determinado mensaje que no nace de él, sino de lo Alto. Una condición importante de todo profeta es que genera desconfianza en algunos, sobre todo en los que le conocen, los de “su tierra”, los más cercanos. ‘¿Por qué se ponían los maestros de la ley a y los fariseos tan nerviosos al escuchar al Jesús profeta?’, podemos preguntarnos. Porque el mensaje de Dios siempre es incómodo, porque siempre denuncia nuestro estilo de vida tibio o mediocre invitándonos a revisar lo que somos y a cambiar, para así acercarnos a lo que realmente somos. La pregunta es ¿Dónde están hoy los profetas? ¿Quiénes son hoy los profetas? ¿Hasta qué punto soy yo un profeta para el mundo? ¿Cuál es mi mensaje de Dios para este mundo? ¿Cómo lo estoy transmitiendo?
¿Me parezco algo  a San Pedro de Alcántara? Decían que estaba hecho de raíz da árbol. Un hombre fuerte en oración y penitencia. Comer para el tercer día era muy ordinario… Su pobreza era extrema. Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras...”
Santa Teresa, dentro de este año jubilar recién estrenado, le consultaba a San Pedro de  Alcántara; fue la gran cantora de estas durísimas mortificaciones, como nos lo ha dejado en sus obras inmortales: En el capítulo 27 de su Autobiografía nos cuenta la doctora la gran pobreza, la punzante austeridad y la maravillosa dulzura que despedía la vida y obras de San Pedro de Alcántara

El Papa Francisco nos anima dentro del centenario de Fátima a rezar el Rosario durante este mes de octubre.

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