Lectura del libro de Baruc (4, 5-12. 27-29)
¡Ánimo, pueblo mío, que llevas el nombre
de Israel! Os vendieron a naciones extranjeras, pero no para ser aniquilados.
Por la cólera de Dios contra vosotros, os entregaron en poder del enemigo,
porque irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a demonios, no a Dios; os
olvidasteis del Señor eterno, que os había alimentado, y afligisteis a
Jerusalén que os criaba. Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba
dijo: Escuchad, habitantes de Sión, Dios me ha cubierto de aflicción. He visto
que el Eterno ha mandado cautivos a mis hijos y a mis hijas; los había criado
con alegría, los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre cuando vea a
esta viuda abandonada de todos. Si ahora me encuentro desierta, es por los
pecados de mis hijos, que se apartaron de la ley de Dios. ¡Animo, hijos! Gritad
a Dios, os castigó pero se acordará de vosotros. Si un día os empeñasteis en
alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El mismo que os
mandó las desgracias os mandará el gozo eterno de vuestra salvación».
Salmo responsorial (Sal 68, 33-35. 36-37)
R. El Señor escucha a sus pobres.
R. El Señor escucha a sus pobres.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas. R.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas. R.
El Señor salvará a Sión, reconstruirá
las ciudades de Judá, y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella. R.
La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(10, 17-24)
En aquel tiempo, los setenta y dos
volvieron con alegría diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu
nombre». Jesús les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo.
Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder
del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque
se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están
inscritos en el cielo». En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo
y dijo: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los
pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién
es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y
volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que
ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron
ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo
oyeron».