Para comenzar el rato de oración, nos
ponemos en la presencia del Señor y le pedimos que nos infunda luz y alegría
para realizar nuestra oración.
Hoy en el evangelio, se nos narra una de
las enseñanzas que Jesús dio a sus discípulos y que hoy nos da a cada uno
de nosotros. Personalmente ceo que esta enseñanza queda resumida solo en
la primera palabra que Jesús nos dice: “Fijaos”. Jesús nos hace una
llamada a la contemplación, a observar los pequeños detalles de nuestra vida
diaria. En estas semanas de estrés en las que todo va más rápido todavía, se
acercan los exámenes, se acumula el trabajo etc. Jesús nos invita a fijarnos en
los pequeños brotes, para lo cual es necesario pararse, serenarse y con mirada
limpia observar. También dentro de la campaña de la Inmaculada, lo podemos ver
como una invitación a imitar a María, Ella el ejemplo perfecto de Contemplativa
en la acción. Sería bueno tras escuchar esta invitación plantearse cómo cuido o
cómo puedo cuidar la contemplación en mi día a día.
Por otro lado, debemos ser conscientes
de que es en lo que nos tenemos que fijar. Para algunos será alguien cercano
que necesita de su ayuda, para otros será un defecto a mejor, para cada uno
algo distinto diferente que Dios nos va poniendo en nuestra vida con un gran
fin, llegar a ser santos. ¿En qué quiere Dios que ponga mi atención? Es
una buena respuesta para buscar en este rato de oración.
Para cerrar estos puntos, me quedo con
las palabras con las que Jesús cierra su intervención: “Mis palabras no
pasarán”. Jesús nos anima a confiar en él, nos recuerda que todo lo que promete
lo cumple, Él no se olvida de nada como nosotros. Cuantas veces se nos olvida o
nos cuesta tener esta confianza verdadera y pura en Él. Puede ser una buena
jaculatoria para repetir durante el día de hoy y acordarnos del mensaje de la
divina misericordia: “Jesús confío en ti”. Y así recordar y tener presente que
las palabras de Jesús no pasarán.
Finalmente, recordar que los primeros
viernes de mes se celebra el sagrado corazón de Jesús, que terminemos nuestra
oración con una pequeña contemplación de Él, Dios mismo hecho hombre, que nos
enseña su corazón infinito con el que nos ama más que nadie.