¡Ven, Señor Jesús! Iniciamos la
oración con este grito de esperanza de los primeros cristianos, anhelantes de
la venida del Señor, y que ha quedado en el centro de la celebración de la
Eucaristía después de la consagración: como viene el Señor al Altar en humildad
transformando el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, vendrá de nuevo con
gloria y poder para transformar la creación: ¡Ven, Señor Jesús!
A nosotros
se nos pide llevar una vida santa mientras esperamos y apresuramos la llegada
del Día del Señor, como escuchábamos ayer en la lectura de la segunda carta del
apóstol san Pedro. Sin duda que aún estamos impresionados y conmovidos por la
proclamación de las virtudes heroicas del P. Tomás Morales que pudimos celebrar
en la misa de acción de gracias del pasado 9 de diciembre en la Catedral de la
Almudena. Nos decía José Luis Acebes, el Director General de los Cruzados, que
un padre se reconoce en sus hijos, por lo que este acontecimiento de ser ya
Venerable nuestro fundador, nos implica aún más en el camino de la santidad.
“El
desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá”: bien
podemos aplicar estas palabras del profeta Isaías a este mundo, en el que la
desertificación espiritual avanza en los corazones, pero allí donde florece la
santidad, el desierto se transforma en vergel. Donde hay un cristiano que busca
la santidad en la vida ordinaria, hay una fuente para saciar la sed de Dios de
los hombres de hoy que buscan, sin saberlo, la felicidad en Dios. Hoy, día 11
de diciembre, se festeja a una santa contemporánea, Santa Maravillas de Jesús,
carmelita descalza, fundadora de muchos Carmelos, que muere en 1975 y que san
Juan Pablo II canoniza el 4 de mayo de 2003 en Madrid. Se da la casualidad de
que el P. Morales y ella se conocieron en vida y que la Madre Maravillas
confiaba en el P. Morales, siendo su confesor extraordinario.
Está claro
que la santidad es contagiosa, que no se da un santo sin provocar una cascada
de santidad, o, como decía el P. Morales, hay que ser santos en racimo,
ayudándonos unos a otros. Vamos a dejarle hablar a la Madre Maravillas de la
santidad, pidiéndole que interceda por nosotros, junto al P. Morales, para que
no nos casemos nunca de estar empezando siempre en el camino de la santidad.
Que ellos, que se ayudaron a ser santos en la tierra, intercedan por nosotros
desde el cielo y nos ayuden con su ejemplo:
“Tenemos
que ser santos todos, no perdamos más tiempo, que el que vivamos en el mundo
después de conseguirlo será de gran consuelo para Él, por las almas que le
ganemos y por el amor que encontrará en nuestro corazón”-
“¡Cómo
complicamos nosotros la santidad! Y es muy sencilla, nada más hay que dejarse
confiada y amorosamente en los brazos de Dios, queriendo y haciendo en cada
momento lo que creemos que Él quiere”.
“mientras
se trabaje en la santidad de verdad, aunque se caiga, el Señor está contento;
Él, que lo sabe todo... Tampoco es mala señal que el enemigo de las almas dé
tanta guerra para impedirla”.
“Lo único
importante es eso, comprender que somos nada, que no podemos nada, y, entonces
este Señor nuestro del alma lo hará Él todo, no lo duden. Ahora, cuando creemos
que podemos algo en esa obra tan suya de la santificación de las almas, todo se
nos vendrá abajo”.
¡Ven, Señor
Jesús! Que hoy veamos las maravillas que Dios hace a través de sus amigos los
santos.