En la lectura del Eclesiástico se nos muestra al profeta
Elías: “surgió como un fuego, sus palabras quemaban como antorcha”.
Dios nos insta a que una de las características de nuestra
vida sea el ser profetas:
Con nuestra presencia: quienes nos rodean inconscientemente sentirán el reflejo
de lo divino en nuestra postura humilde, elegante, de mirada limpia y sincera.
Con nuestra palabra: nuestras palabras hablarán de Dios cuando estemos
impregnados de Él en oración que queda extendida durante toda la jornada; de
otra forma podemos decir Sus palabras sin transmitirle, pero de esta forma,
hasta las palabras cotidianas pueden mostrarle.
Con nuestro ejemplo: por primera norma, la caridad, como Felipe Neri; y
según sea nuestra vivencia, todas las demás formas de actuar serán
desembocadura de esta norma. Siempre humildes, atentos, mostrando la dulce
alegría del cristiano, sabiendo esperar y haciendo las cosas bien. El ejemplo
es la mejor enseñanza, el mejor método de hacer-hacer, la manera más eficaz de
alcanzar la santidad educadora.
Queremos ser profetas con estas características, pero como
cada uno somos “un mundo”, necesitamos una personalización, a través de la guía
y dirección espiritual y en esta mañana a través de la oración que vamos a
iniciar en silenciosa conversación con Dios Eucaristía. Especialmente unidos en
este mes mariano a la Virgen embarazada, que estará rezando con y por nosotros.