Preparar la oración, con las lecturas de la Misa y con el
silencio, puede ayudarnos al encuentro personal con Cristo, nuestra vida. Estos
medios junto a buscar el lugar, momento y tiempo adecuados, facilitarán que
realmente conectemos con Él. Esto es “cultivar” el espíritu, poner lo que está
de nuestra parte. Luego, el Señor, puede darnos su luz, fuerza y amor durante
la oración o cuando el E. Santo crea mejor. Pero lo poquito que se nos pedía lo
habremos hecho.
Hoy, las lecturas, hacen una invitación y constatan un
hecho; fidelidad vigilante y somos todos obra de sus manos. El
regalo infinito de ser obra suya.
Isaías nos dice que “jamás oído oyó ni ojo vio un Dios,
fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él”. Que además es “Padre,
Redentor, que sale al encuentro” y, que si no nos visita, “todos nos
marchitaremos como la hoja”.
Requiere humildad reconocer que “nos ocultabas tu
rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa”. Pero, tras una
confesión humilde, experimentamos como Isaías que “Señor, tú eres nuestro
padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”.
El Salmo es riquísimo en adjetivos que invitan a una actitud, ¿Con
cuál me identifico o despierta en mí inquietudes?;
Restáuranos
Resplandece
Despierta
Ven a salvarnos
Vuélvete
Mira desde el cielo
Fíjate
Ven a visitar tu viña
Que tu mano proteja a tu escogido
Danos vida, para que invoquemos tu nombre
Resplandece
Despierta
Ven a salvarnos
Vuélvete
Mira desde el cielo
Fíjate
Ven a visitar tu viña
Que tu mano proteja a tu escogido
Danos vida, para que invoquemos tu nombre
La primera lectura de S. Pablo a los Corintios (1,3-9). Destaca que “Él es
quien nos mantendrá firmes hasta el final…., ya que él es fiel. Si esto es
así, sólo nos queda vivir desde la humildad; reconocer que sin él no podemos
ser fieles ni por tanto llegar a la meta.
El evangelio de Marcos (13,33-37). Encontramos expresiones como, “Mirad,
vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento //…no sea que venga
inesperadamente y os encuentre dormidos. // Lo que os digo a vosotros lo digo a
todos: ¡Velad!»
En este adviento 2017, la síntesis de vigilancia humilde y
confianza, sin duda que es la Virgen con el Niño en su seno. ¡Qué serena
atención, qué cuidado del corazón, qué docilidad al Espíritu! Ella es la
delicadeza de trato con las vecinas y con José. Es el servicio que se anticipa
a necesidades concretas de la vida diaria, de sus padres, abuelos y amigas.
María vive en ese silencio por fuera pero que canta por dentro por el asombro
constante ante el que lleva dentro. Admiración por la misericordia de Dios con
su pueblo. Alabanza porque el creador de los cielos encerrado está en su seno.
Si en el Magnificat, ella prorrumpió alborozadamente en gloria y
alabanzas a Dios, quiere decir que su alma vivía en la contemplación y bastó
una circunstancia externa para abrir ese frasco de perfumes maravillosos que
era su corazón. Somos invitados a vivir este adviento pegaditos a Nuestra
Señora. Mejor, vamos a pedirle estar en su corazón, escuchando dos latidos.