Purifico mi oración antes de comenzar, le pido a Dios que
haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir por mí mismo: “Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
En la primera lectura, Isaías afirma que
Dios aniquilará la muerte para siempre, y enjugará las
lágrimas de todos los rostros.
El salmo reza: el Señor es mi
pastor, nada me falta.
Y en el Evangelio, Jesús confiesa: Siento
compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué
comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. []
A menudo acudimos a la oración a sacar ideas, a perfilar
teorías espirituales. Otras veces continuamos con el come-come de nuestros
problemas. Hoy la invitación de estos puntos es sencilla: leer con calma,
releer, rumiar despacio las lecturas, y dejar que calen en nuestra alma. Sin
tratar de idear. Permaneciendo en el Amor.
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios
espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de
su pontificado.
Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios
y así, en el silencio,
escuchar la Palabra,
ver el Amor.
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios
y así, en el silencio,
escuchar la Palabra,
ver el Amor.
Será mi muerte la que aniquiles, si te dejo entrar en mi
vida.
Serán mis lágrimas las que enjugues, si te dejo consolar
por Ti.
Serás mi pastor y nada me faltará, si te confío mi
presente y mi futuro.
Seré yo quien reciba comida de Ti, si me dejo amar por tu
compasión.
Terminar con un coloquio con la Madre, y
el examen de la oración.