“Estad siempre
despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y
manteneros en pie ante el Hijo del hombre”
En esta última
frase del evangelio de hoy podemos centrar la oración del último día del año
litúrgico, del camino anual que nos pone la Iglesia Madre para recorrer juntos
todos los cristianos los misterios de la vida de Cristo.
Esta frase de
Jesús, que recoge el evangelista san Lucas, nos indica dos actitudes para poder
librar la última batalla, que es la que se nos presenta en cada momento de
nuestra vda:
· Primero, el
velar, el estar despiertos, atentos a los signos de su venida definitiva entre
nosotros.
· Pero también
el pedir, la oración de petición. Jesús no quiere que nos fiemos de nosotros
mismos, de nuestras propias fuerzas. Quiere que le pidamos a él las fuerzas
necesarias para poder perseverar y ser fieles. Desea que, convencidos de
nuestra pobreza, nos fiemos, sobre todo, de su misericordia.
Velar y orar:
las dos actitudes que un cristiano necesita para poder responder en cada
momento a lo que el Señor le pide, para poder ser fiel a su voluntad, para
saber discernir y elegir lo que más conviene.
Hoy cerramos
un año, y estamos ya a las puertas del primer domingo de adviento y día de san
Francisco Javier, a menos de una semana de la gran fiesta de la Inmaculada. El
corazón se llena de esperanza, la gran virtud del adviento, contemplando este
sábado de forma especial a María. Ella fue la que supo velar y esperar,
reconocer su miseria y pedir misericordia, confiando totalmente en un Dios que
vino a salvarnos haciéndose niño.
En la primera
lectura de hoy ya el autor del Libro de Daniel nos confirma que, por muy
grandes que sean las persecuciones, Dios tiene siempre la última palabra.
Sabemos que al final el mal será vencido y la bondad de Dios acabará
victoriosa. Por eso hoy, en que terminamos un año esperando la última venida de
Cristo, en vísperas de empezar otro esperando su venida cercana como niño en
Belén, no nos cansemos de pedir y de velar, esperando su llegada a nuestra
vida, de múltiples formas, en cualquier momento del día. Anhelemos ese paso de
Dios, que hoy también nos llama a su amor. Empecemos ya a entonar la gran
petición del adviento:
“Maranatá.
¡Ven, Señor Jesús!”