2 diciembre 2017. Sábado de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre”
En esta última frase del evangelio de hoy podemos centrar la oración del último día del año litúrgico, del camino anual que nos pone la Iglesia Madre para recorrer juntos todos los cristianos los misterios de la vida de Cristo.
Esta frase de Jesús, que recoge el evangelista san Lucas, nos indica dos actitudes para poder librar la última batalla, que es la que se nos presenta en cada momento de nuestra vda:
·         Primero, el velar, el estar despiertos, atentos a los signos de su venida definitiva entre nosotros.
·         Pero también el pedir, la oración de petición. Jesús no quiere que nos fiemos de nosotros mismos, de nuestras propias fuerzas. Quiere que le pidamos a él las fuerzas necesarias para poder perseverar y ser fieles. Desea que, convencidos de nuestra pobreza, nos fiemos, sobre todo, de su misericordia.
Velar y orar: las dos actitudes que un cristiano necesita para poder responder en cada momento a lo que el Señor le pide, para poder ser fiel a su voluntad, para saber discernir y elegir lo que más conviene.
Hoy cerramos un año, y estamos ya a las puertas del primer domingo de adviento y día de san Francisco Javier, a menos de una semana de la gran fiesta de la Inmaculada. El corazón se llena de esperanza, la gran virtud del adviento, contemplando este sábado de forma especial a María. Ella fue la que supo velar y esperar, reconocer su miseria y pedir misericordia, confiando totalmente en un Dios que vino a salvarnos haciéndose niño.
En la primera lectura de hoy ya el autor del Libro de Daniel nos confirma que, por muy grandes que sean las persecuciones, Dios tiene siempre la última palabra. Sabemos que al final el mal será vencido y la bondad de Dios acabará victoriosa. Por eso hoy, en que terminamos un año esperando la última venida de Cristo, en vísperas de empezar otro esperando su venida cercana como niño en Belén, no nos cansemos de pedir y de velar, esperando su llegada a nuestra vida, de múltiples formas, en cualquier momento del día. Anhelemos ese paso de Dios, que hoy también nos llama a su amor. Empecemos ya a entonar la gran petición del adviento:

“Maranatá. ¡Ven, Señor Jesús!”

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