31/1/2018, Miércoles de la IV semana del Tiempo Ordinario – San Juan Bosco

Lectura del segundo libro de Samuel (24, 2. 9-17)
En aquellos días, el rey David mandó a Joab, jefe del ejército, que estaba a su lado: «Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a haz el censo del pueblo, para que sepa su número» Joab entregó al rey el número del censo del pueblo: Israel contaba con ochocientos mil guerreros, que podían empuñar la espada y en Judá con quinientos mil hombres. Pero después, David sintió remordimiento por haber hecho el censo del pueblo. Y dijo al Señor: «He pecado gravemente por lo que he hecho. Ahora, Señor, perdona la falta de tu siervo, que ha obrado tan neciamente» Al levantarse David por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió esta palabra del Señor: «Ve y di a David: así dice el Señor: “Tres cosas te propongo. Elige una de ellas y la realizaré”» Gad fue a ver a David y le notificó: «¿Prefieres que vengan siete años de hambre en tu país, o que tengas que huir durante tres meses ante tus enemigos, los cuales te perseguirán, o que haya tres días de peste en tu país? Ahora reflexiona y decide qué he de responder al que me ha enviado». David respondió a Gad: «¡Estoy en un gran apuro! Pero pongámonos en manos del Señor, cuya misericordia es enorme, y no en manos de los hombres». Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó la peste a Israel desde la mañana hasta el plazo fijado. Murieron setenta y siete mil hombres del pueblo desde Dan hasta Berseba El ángel del Señor extendió su mano contra Jerusalén para asolarla. Pero el Señor se arrepintió del castigo y ordenó al ángel que asolaba al pueblo: «¡Basta! Retira ya tu mano» El ángel del Señor se encontraba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Al ver al ángel golpeando al pueblo, David suplicó al Señor: «Soy yo el que ha pecado y el que ha obrado mal. Pero ellos, las ovejas, ¿qué han hecho? Por favor, carga tu mano contra mí y contra la casa de mi padre».
Salmo responsorial (Sal 31, 1-2. 5. 6. 7)
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. 
R.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. 
R.
Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. 
R.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6, 1-6)

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

31 enero 2018. Miércoles de la IV semana del T. Ordinario – San Juan Bosco – Puntos de oración

Jesús se dirigió a su ciudad…
Jesús de Nazaret ha iniciado su vida pública, su magisterio y sus milagros y toda Galilea está conmocionada. Algo sin precedentes ha irrumpido: ¡El reino de Dios! Pero el reino que Jesús inaugura desconcierta: Se muestra al mismo tiempo grandioso (¡como tiene que ser!) y humilde (¡no puede ser!).
Es la historia de la Iglesia y de mi vida cristiana, siempre. Hay una fuerza de Dios, que no es nuestra y nos sostiene, y al mismo tiempo sigue la lucha, que nos exige el esfuerzo y la paciencia.
Y ahora contemplamos a Jesús volver a su pueblo, a Nazaret. El contraste se acentúa hasta el extremo.
La expectación es máxima, pero el resultado final es pobre (“no pudo hacer allí ningún milagro”). La multitud de sus vecinos “se preguntaba asombrada”, pero Jesús “se extrañó de su falta de fe”. Ellos se escandalizaban de que un vecino cualquiera, del que conocían toda la parentela, tuviera “esa sabiduría” y “esos milagros”, pero Jesús se muestra seguro y provocador: “No desprecian a un profeta más que en su tierra y en su casa”.
Hay que reconocer que esta secuencia del evangelio nos resulta cuando menos desagradable. Y lo es porque también a nosotros nos asusta la ignorancia y el desprecio por parte de los más cercanos. Jesús nos enseña la serenidad y la coherencia ante las situaciones de crítica o de silencio incómodo por parte de los que nos rodean. Y como es ley de la encarnación que todo lo que Jesús ha asumido, ha quedado redimido, debemos gloriarnos cuando participamos de esta cruz de Cristo: La indiferencia de los compañeros y familiares, la falta de fruto de nuestra presencia entre ellos.
¿Cómo vivió María esta escena de Nazaret? ¿Podemos imaginar el recelo y la agresividad disimulada de tantas miradas y susurros entrecortados hacia la mujer silenciosa, madre del profeta fracasado? Jesús abandonó Nazaret para seguir su misión. Ella permanece entre sus parientes, disponible y servicial como siempre, aguantando el tipo en medio de un pueblo agitado.

Que la Virgen nos comunique su fuerza para perseverar en las luchas que nuestra vocación a la santidad nos exija.

30/1/2018, Martes de la IV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (18,9-10. 14b. 24-25a. 30-19, 3)
En aquellos días, Absalón se encontró frente a los hombres de David. Montaba un mulo y, al pasar el mulo bajo el ramaje de una gran encina, la cabeza se le enganchó en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que montaba siguió adelante. Alguien lo vio y avisó a Joab: «He visto a Absalón colgado de una encina». Cogiendo Joab tres venablos en la mano y los clavó en el corazón a Absalón. David estaba sentado entre las dos puertas. El vigía subió a la terraza del portón, sobre la muralla. Alzó los ojos y vio que un hombre venía corriendo en solitario. El vigía gritó para anunciárselo al rey. El rey dijo: «Si es uno solo, trae buenas noticias en su boca». Cuando llegó el cusita, dijo: «Reciba una buena noticia el rey, mi señor: El Señor te ha hecho justicia hoy, librándote de la mano de todos los que se levantaron contra ti». El rey preguntó: «¿Se encuentra bien el muchacho Absalón?». El cusita respondió: «Que a los enemigos de mi señor, y a todos los que se han levantado contra ti para hacerte mal les ocurra como al muchacho» Entonces el rey se estremeció. Subió a la habitación superior del portón y se puso a llorar. Decía al subir: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!». Avisaron a Joab: «El rey llora y hace duelo por Absalón». Así, la victoria de aquel día se convirtió en duelo para todo el pueblo, al decir que el rey estaba apenado por su hijo.
Salmo responsorial (Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6)
R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. 
R.
Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor. 
R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (5, 21-43)

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él, y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el vestido curaré». Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"». Él seguía mirando alrededor, para ver quién había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

30 enero 2018. Martes de la IV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Oración preparatoria:
Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en tu servicio y alabanza.
Las lecturas de hoy se pueden leer en continuidad y contraste salvífico. Son tres momentos en esta historia de salvación:
Primer tiempo: el pecado
La historia que nos narra el final de Absalón es una consecuencia más de la trama de pecado en que había caído David y todo su reino. Joab, el que mata a Absalón, es el mismo que David había asociado en el asesinato de Urías. La tristeza y casi la desesperación se adueñan de David. Son las “redes y cadenas” de la pesada urdimbre del pecado que nos aprisiona.
Segundo tiempo: la oración de súplica
El salmo expresa la súplica del pecador. Es la expresión del hombre que sabe que no puede nada sin la ayuda del Señor. No hay salvación sin un Salvador. Y por eso la única actitud válida es la del suplicante: Inclina tu oído, Señor, escúchame.
Aunque en un primer momento puede nacer desde la desesperación, las expresiones del salmo muestran ya una fe del que confía en el Señor: Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Tercer tiempo: la salvación del Señor
El que suplica y el que tiene fe: son dos actitudes que vamos a ver en el evangelio de hoy.
La súplica la vemos en Jairo, el jefe de la sinagoga: se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Y la fe la vemos en la mujer con flujo de sangre. Así lo confirma Jesús después del milagro: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
La fe confiada es la que pide Jesús a Jairo cuando vienen con la noticia de que su hija ya ha muerto: «No temas; basta que tengas fe».
Este es el impedimento que ponemos muchas veces a la gracia del Señor: no nos fiamos de Él, nos falta fe. Creemos hasta cierto punto, hasta el límite de lo que nos parece razonable. Pero el Señor nos pide más.
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. ¡Cuántas veces me pasa esto a mí! No me creo que el Señor sea capaz de perdonarme, de rescatarme del abismo del pecado y de la muerte.
Pero el Señor es omnipotente y misericordioso.
Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi».
Y se hizo la luz.
Esa resurrección es la misma que ocurre en mi vida cada vez que me confieso, pido perdón al Señor, me arrepiento de mis pecados, y recibo su misericordia.


«Talitha qumi». Terminemos nuestra oración saboreando estas palabras, que van dirigidas a nuestro corazón.

29/1/2018, Lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (15, 13-14. 30; 16, 5-l3a)
En aquellos días, alguien llego a David con esta información: «El corazón de la gente de Israel sigue a Absalón». Entonces David dijo a los servidores que estaban con él en Jerusalén: «Levantaos y huyamos, pues no tendremos escapatoria ante Absalón. Vámonos rápidamente no sea que se apresure, nos de alcance, precipite sobre nosotros la ruina sobre nosotros y pase la ciudad a filo de espada». David subía la cuesta de los Olivos llorando con la cabeza cubierta y descalzo. Los que le acompañaban llevaban cubierta la cabeza y subían llorando. Al llegar el rey David a Bajurin, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba caminando y lanzando maldiciones. Y arrojaba piedras contra David y todos sus servidores. El pueblo y los soldados protegían a David a derecha e izquierda. Semeí decía al maldecirlo: «Fuera, fuera, hombre sanguinario, hombre desalmado. El Señor ha hecho recaer sobre ti la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino has usurpado. Y el Señor ha puesto el reino en manos de tu hijo Absalón. Has sido atrapado por tu maldad, pues eres un hombre sanguinario». Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: «¿Por qué maldice este perro muerto al rey, mi señor? Deja que vaya y le corte la cabeza». El rey contestó: «¿Qué hay entre vosotros y yo, hijo de Seruyá? Si maldice y si el Señor le ha ordenado maldecir a David, ¿quién le va a preguntar: “Por qué actúas así?». Luego David se dirigió a Abisay y a todos sus servidores: «Un hijo mío, salido de mis entrañas, busca mi vida. Cuánto más este benjaminita. Dejadle que me maldiga, si se lo ha ordenado el Señor. Quizá el Señor vea mi humillación y me pague con bendiciones la maldición de este día». David y sus hombres subían por el camino.
Salmo responsorial (Sal 3, 2-3. 4-5. 6-7)
R. Levántate, Señor, sálvame.
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios». 
R.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo. 
R.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor. Levántate, Señor; sálvame, Dios mío. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (5, 1-20)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». El respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

29 enero 2018. Lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

* Evangelio: Hoy nos ayuda en nuestra meditación, el texto de CARLO M. MARTINI, en el libro SE ME DIRIGIO LA PALABRA (págs. 80-83):
“… Del paso de Marcos he escogido sólo el final del episodio del endemoniado curado, porque es la parte más interesante para nuestra reflexión.
Mientras Jesús se vuelve a la barca, el endemoniado curado "le pedía ir con él". Tenemos ante todo una oración: este hombre quisiera estar con Jesús. En el original griego, las palabras son las mismas que Marcos ha usado ya en 3,14, donde se dice que Jesús designó a los Doce "para que estuvieran con él". La expresión "estar con él" describe la vocación apostólica, el ir con Jesús itinerante para ser enviados luego por él: describe la llamada de los Doce, de quienes participan continuamente en el ministerio del Maestro y están con él en la función de la Iglesia, es decir, los apóstoles.
Así que el hombre curado pide formar parte del grupo, y recibe una respuesta dura que nos recuerda otras respuestas duras; por ejemplo, la proporcionada a la mujer cananea, sobre la que meditamos la pasada vez. El evangelista Marcos dice: "No le dejó" estar con él, o sea formar parte de quienes abandonándolo todo le seguían viajando por Palestina. La dureza de la respuesta se ve mejor si la comparamos con 5,37, cuando Jesús está para entrar en la casa de Jairo, caya hija ha muerto, y "no permitió que le acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan". Quizá había mucha gente que quería entrar, tal vez por curiosidad; pero Jesús distinguió: estos tres, sí; los demás, no.
El mismo verbo griego usado por Marcos en el versículo 37 y para el endemoniado de Gerasa que quería seguirle, volvemos a encontrarlo en 1,35: Jesús "no dejaba hablar a los demonios porque le conocían". Jesús establece, pues, una delimitación neta: esto no es para ti, no es ésta tu vocación. Es una toma de posición negativa respecto a la vocación que uno pensaba tener.
Podemos imaginar la decepción de este hombre, que quisiera, lleno de reconocimiento por la curación, dejarlo todo y seguir a Jesús, llegando a ser apóstol, un enviado a todo el mundo. Pero hemos de examinar atentamente las palabras que siguen al rechazo: "...le dijo: 'Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo'. Él se fue y comenzó a publicar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él, y todos se admiraban". Son palabras para meditar, pues describen la vocación de uno que, aun no siendo llamado como los Doce, tiene una vocación de verdadero seguimiento de Cristo y, en realidad, participa muy estrechamente de una llamada. El evangelista usa un lenguaje muy preciso: ¡Vete!; de alguna manera es un envío misionero, la orden para una misión.
¿Qué misión? Anuncia; y el verbo siguiente describe lo que debe hacer: proclama. "Anuncia y proclama". Anunciar y proclamar son términos típicos de la actividad evangelizadora de la Iglesia.Y eso sin ser misionero, sin haber sido llamado —pudiéramos decir hoy— a una vocación de entrega total (o sea, dejando casa, familia, oficio): aquel hombre recibe una verdadera y auténtica misión de evangelización. El kerigma se le confía también a él: "¡Anuncia, proclama!"
¿Qué anuncia y proclama? "Lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo"(…) Hay, finalmente, otro aspecto determinante, característico, para captar el significado de esa vocación: "Vete a tu casa con los tuyos". Y, añade el evangelista "comenzó a publicar por la Decápolis". El, por el mandato que ha recibido, no debe abandonarlo todo, como Pedro, Santiago, los apóstoles; se le envía a su casa "con los tuyos". En su ambiente, en su realidad de vida, en su realidad de trabajo, en su sociedad y en su ciudad, la Decápolis, sociedad y ciudad paganas, ahí se le manda al geraseno proclamar la misericordia de Dios (...)
Hemos descrito así algunas características de lo que podríamos llamar vocación laical.
Hay en la historia de la salvación vocaciones que no son idénticas a la de los Doce (las futuras vocaciones presbiteriales, sacerdotales, religiosas), sino que se manifiestan en su casa, en su trabajo, como verdadera respuesta a un mandato de Jesús, como verdadero anuncio del Reino”.
ORACIÓN FINAL

Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María, siempre Virgen, escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

28/1/2018, Domingo IV del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

Lectura del libro del Deuteronomio (18, 15-20)
Moisés habló al pueblo, diciendo: «El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fugo, para no morir". El Señor me respondió: "Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”».
Salmo responsorial (Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9)
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. 
R.
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. 
R.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7, 32-35)
Hermanos: Quiero que os ahorréis preocupaciones: el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. También la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, de ser ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28)

En la ciudad de Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad es nuevo. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

28 enero 2017. Domingo IV del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Puntos de oración

Este texto del Evangelio de este Domingo ya lo hemos leído en los primeros días del Tiempo ordinario. ¿Lo recuerdas? Léelo despacio… (Mc 1, 21-28).
En este ambiente de serenidad y paz, en la que se palpa la presencia del Señor yo también trato de ponerme a su lado, de encontrarle en el interior de mi corazón. Allí siempre está dentro, lo que pasa que con frecuencia no me entero…
Y ahora sí, puedo contestar a la pregunta, ¿Qué he entendido de este texto evangélico? Estamos en la sinagoga de Cafarnaún en un sábado. Y se puso a enseñar. Estaban asombrados de su enseñanza porque lo hacía con autoridad. También había allí un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar… Jesús le increpó: “cállate y sal de él”. El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se quedaron estupefactos…
Podemos pasar al segundo apartado. ¿Qué es lo que Jesús me quiere decir a mí?
El espíritu inmundo sólo sabe gritar, pero gritos fuertes. A lo mejor pensaba que a Jesús le iba a amedrentar a base de voces y gritos violentos. A veces me puede pasar a mí, que me sienta tambaleado por las circunstancias y pecados que me arrastran y me siento incapaz de hacerles frente.  Si tengo la serenidad de mirar a Cristo, ahí en medio de la sinagoga, ¿qué es lo que hace? Sin voces pero con energía le dice al espíritu inmundo: “Cállate y sal fuera”. Y le obedece. Alguien dice que dar voces es síntoma de pérdida de autoridad. No hay que hablar mucho, sino hacer en medio del silencio y soledad. Pasar desapercibido, haciendo el bien.
De nuevo constatamos en este texto, que la Palabra de Dios tiene tal fuerza en sí, que lo que dice, lo hace.  Estas palabras no se las lleva el viento.
Jesús enseña con autoridad y, se intuye que los que le oímos percibimos que nadie como Él entendía exactamente aquellos textos. Parece que él mismo los hubiera escrito y sólo Él es capaz de sacar de cada palabra todo el amor que contienen.
Su amor desarma toda oposición. Aprendamos de la mansedumbre de Cristo. El mal, bien presente en este texto, sólo se vende a fuerza de bien y cuando aparece la persecución, si permanecemos unidos al Corazón de Cristo, el amor no quedará debilitado, sino que se manifestará aún más su poder y belleza.

Y María hoy nos recuerda de nuevo: “Haced lo que Él os diga”. Descúbrele dentro de tu corazón. No puede estar más cerca. Búscale en el interior.

27/1/2018, Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (12,1-7a.10-17)
En aquellos días, el Señor envió a Natán a David. Entró Natán ante el rey y le dijo: «Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y vacas. El pobre, en cambio, no tenía más que una cordera pequeña que había comprado. La alimentaba y la criaba con él y con sus hijos. Ella comía de su pan, bebía de su copa y reposaba en su regazo; era para él como una hija. Llegó una peregrino a casa del rico, y no quiso coger una de sus ovejas o de sus vacas y preparar el banquete para el hombre que había llegado a su casa, sino que cogió la cordera del pobre y la aderezó para l hombre que había llegado a casa». La cólera de David se encendió contra aquel hombre y replicó a Natán: «Vive el Señor que el hombre que ha hecho tal cosa es reo de muerte. Resarcirá cuatro veces la cordera, por haber obrado así y por no haber tenido compasión». Entonces Natán dijo a David: «Tú eres ese hombre. Pues bien, la espada no se apartará de tu casa jamás, por haberme despreciado, y haber tomado como esposa a la mujer de Urías, el hitita, Así dice el Señor: “Yo voy a traer la desgracia sobre ti, desde tu propia casa. Cogeré a tus mujeres ante tus ojos y las entregaré a otro, que se acostará con ellas a la luz misma del sol. Tú has obrado a escondidas. Yo, e, cambio, haré esto a la vista de todo Israel y a la luz del sol”». David respondió a Natán: «He pecado contra el Señor» Y Natán le dijo: «También el Señor ha perdonado tu pecado. No morirás. Ahora bien, por haber despreciado al Señor con esa acción, el hijo que te va a nacer morirá sin remedio». Natán se fue a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó enfermo. David oró con insistencia a Dios por el niño. Ayunaba y pasaba las noches acostado en tierra. Los ancianos de su casa se acercaron a él e intentaban obligarlo a que se levantara del suelo, pero no accedió, ni quiso tomar con ellos alimento alguno.
Salmo responsorial (Sal 50,12-13.14-15.16-17)
R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. 
R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. 
R.
Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-41)

Aquel día, al atardecer, dice Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, enmudece! » El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

27 enero 2018. Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ya estamos en el 2018, casi sin enterarnos, pero no solo eso sino que se está acabando el mes de enero y sin apenas enterarnos, pero con el arranque que nos ha dado celebrar la Navidad en la que al nacer Jesús hecho hombre, nacemos nosotros de nuevo, nos trasformamos en criaturas nuevas al contemplar a ese Niño y adorar la Divinidad tomando tierra.
Han ocurrido tantas cosas en estos días que, al ir repasando a las tres personas en Belén, al llegar a la Virgen nos quedamos con ella ponderando en nuestro corazón todo lo sucedido con el Venerable P. Tomás Morales anonadados dando gracias desde un rincón.
Ahora se acerca el día 2 y 11 de febrero, que celebraremos jubilarmente pasando por Écija y haciendo que pasen todos los que puedan en especial los que le han conocido y los que no, para que le conozcan y puedan lucrar el Jubileo que requiere las condiciones de todos.
Pensando que es SÁBADO, día que debemos dedicar de forma especial a la Virgen haciendo lo que más le agrada pensando que es su día, comenzamos nuestra oración en su presencia con la oración sólita de san Ignacio: “Que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones sean encaminadas en su servicio y alabanza” más en este día.
La primera idea la podemos sacar del pecado de David es toda una catequesis del pecado: Primero darse cuenta de que ha pecado el Señor se va a servir de Natán para ello, (cuántas veces nosotros nos hemos dado cuenta por otros o por otras situaciones); segundo que es una ofensa que igual que le produce cólera a David,  nos la  produce a nosotros; tercero la penitencia: “He pecado contra el Señor”.
Pero ahora viene lo mejor: “También el Señor ha perdonado tu pecado” es la reconciliación. Dios perdona siempre, siempre, no lo olvidemos, crea en nosotros un corazón puro, nuevo, no sin antes tener la penitencia que corresponda:“Ayunaba y pasaba as noches acostado en tierra. Los ancianos de su casa se acercaron a él e intentaban obligarlo a que se levantara del suelo, pero no accedió, ni quiso tomar con ellos alimento alguno”.
¿Cuál es el resultado? Dios crea en todo el que se arrepiente un corazón nuevo, puro, un espíritu firme, devuelve la alegría de la salvación y cantará y danzará y proclamará ante el pueblo las alabanzas del Señor.
La segunda de la tempestad calmada que también conocemos porque la hemos meditado tantas veces y nos ha llenado de confianza: “No tengáis miedo, ¿por qué teméis?” Parce que no le importa que se hundan sus discípulos, pero no es así, fijaros cómo reacciona diciéndoles que no tengan miedo y para que vean que estando con Él no hay nada que temer increpa al mar y el mar le obedece y la tempestad desaparece.
Este pasaje del Evangelio le tenemos que tener muy presente sobre todo cuando algo nos hace temblar, perder la paz, la inseguridad, la duda la desconfianza, el cansancio, la rutina, la desgana, la desolación, falta de ganas de estudiar, trabajar, atender las obligaciones, el apostolado, el pesimismo, la tristeza y tantas sombras con las que el demonio nos tienta continuamente para que lo dejemos. En esos momentos que bien viene poner en nuestro corazón e incluso en nuestros labios estas palabras del Señor: “No tengas miedo”. Nos dice en otro lugar eso mismo y añade: “Yo he vencido al mundo”. Aquí la imagen es la tempestad.
Oremos con las palabras del Señor, las repitamos una y otra vez haciendo oración del corazón.
Otras veces será de las oraciones de la Misa como nos invita el papa Francisco. Las oraciones de la misa tienen siglos de sabiduría encerrada en su contenido, sobre todo en la colecta, ofertorio y comunión y las antífonas o el aleluya. El aleluya de este día es precioso y con el termino: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito: TODO EL QUE CREE EN ÉL TIENE VIDA ETERNA”. ¿Hay quien dé más?

Santa María bendice mi oración.

26/1/2016, Santos Timoteo y Tito

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,1-8)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu cobardía, sino de fortaleza, amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Salmo responsorial (Sal 95, 1-2a. 2b-3, 7-8a.10)
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. 
R.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. 
R.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. 
R.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe,
y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente». 
R.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (4, 26-34)

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: - «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: - «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

26 enero 2018. Santos Timoteo y Tito – Puntos de oración

1.    Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2.    Petición.  “Concédenos, Señor, por la intercesión de tus santos Timoteo y Tito, que después de haber vivido en este mundo en justicia y santidad, merezcamos llegar al reino de los cielos.” (Oración colecta de la misa).
3.    Puntos para orar: hoy, celebramos la memoria de dos cooperadores de San Pablo en la labor misionera. Timoteo y Tito fueron designados por San Pablo obispos de Éfeso y de Creta respetivamente. A ellos les dirigió las llamadas Cartas Pastorales (dos a Timoteo y una a Tito), con instrucciones para su apostolado y misión de obispos de comunidades. La celebración de la misa de hoy es una invitación al apostolado, a vivir en clave de mostrar a los que nos rodean, con nuestra vida, con nuestra palabra y nuestro testimonio las maravillas que hace el Señor. En el evangelio se nos muestra el envío de 72 discípulos para evangelizar de dos en dos como una avanzadilla a los lugares donde pensaba ir él. Jesús quiere entrar en todos los corazones. Nosotros somos enviados a todos los ambientes, y no se nos envía solos, sino formando parte de un cuerpo orgánico, a través de las instituciones y movimientos que el Espíritu suscita y la Iglesia aprueba. Y tras nuestro testimonio y palabra en el sitio donde Dios nos pone quiere ir Jesús. Los nuestro es preparar su llegada a los corazones de todos. Que la fe, al verla vivida en sus discípulos les resulte atractiva a todos los que nos rodean. Y si algunos no quieren recibir ese testimonio, seguir en la labor evangelizadora confiando en que el fruto es del Señor. Podemos leer el salmo responsorial que la iglesia nos pone hoy en la liturgia de la misa. “Contad las maravillas del Señor a todas las naciones”. Es una invitación al apostolado. A compartir en nuestro ambiente las maravillas que vemos hace el Señor con nosotros y que guardamos en la memoria, como hacía el pueblo de Israel con las maravillas que Dios había hecho en su historia.
4.    Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús, Avemaría a la Virgen.

5.    Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

25/1/2018, La Conversión de san Pablo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22, 3-16)
En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad; me formé a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto celo como vosotros mostráis hoy. Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguar en favor mío y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y me puse en camino con el propósito de traerme encadenados a Jerusalén a los que encontrase allí, para que los castigaran. Pero yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?". Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?". Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues". Mis compañeros vieron el resplandor, pero no oyeron la voz que me hablaba. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?". El Señor me respondió: "Levántate, continúa el camino hasta Damasco, y allí te dirán todo lo que está determinado que hagas". Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, hombre piadoso según la Ley, recomendado por el testimonio de todos los judíos residentes en la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saúl, hermano, recobra la vista". Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz, de sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, ¿qué te detiene? levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre"».
Salmo responsorial (Sal 116, 1. 2)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 15-18)

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: - «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño, impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

25 enero 2018. La Conversión de san Pablo – Puntos de oración

La Iglesia católica, junto con muchas otras confesiones, celebra en este día el final de la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Hay algunos que piensan algo así como: Jesús funda una única Iglesia. Esa Iglesia es la católica, la del Papa, entonces la unidad es que se vengan todos aquí. En algunos casos, en su pensamiento, la frase continúa de esta manera: Jesús funda una única Iglesia. Esa Iglesia es la católica, la del Papa, entonces la unidad es que se vengan todos aquí. Al ataqueeee… y con frecuencia luego van y se salen ellos de la Iglesia (creo que en este caso están los de Lefebre y algunos otros).
A partir del Vaticano II la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo toma otra postura, más humilde: Nosotros pedimos la unidad y el Espíritu Santo, que es muy listo y muy creativo, ya sabrá cómo conseguirla. Cuando yo era joven, a los luteranos, evangélicos… los despreciábamos y aún los insultábamos, llamándoles herejes y otras cosas, en plan despectivo. Desde entonces, en el vocabulario oficial de la Iglesia, se les llama hermanos separados y algunos, hermanos esperados. Siempre que esté con otro, buscaré lo que nos une y a partir de ahí caminaremos lo que podamos.
Después de esta introducción, paso a la oración. Como en este caso es común a mucha gente, me adapto a sus gustos. El tema lo han preparado los del Caribe. Según parece por las reflexiones oficiales de esta semana, muchos de ellos, están fastidiados por su antigua condición de explotados y bastantes por su descendencia de esclavos, más explotados todavía. A muchos les deja secuelas mentales y sociales. Eso nos lleva a intentar sentirnos unidos con ellos, “llorando con el que llora, riendo con el que ríe, haciéndonos todo a todos… “(San Pablo)
La frase para meditar es “Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder” (Ex 15, 16). Si quieres te lees el texto entero que es Éxodo 15, 1 -18. Yo te lo copio al final. Corresponde a cuando el pueblo elegido cruza el Mar Rojo haciéndole muralla las aguas. Luego llegan los malos, poderosos y opresores y se cierran las olas y les pillan. Solo Dios es capaz de obrar así y puede seguir obrando cosas portentosas, como la Unión de los cristianos. Eso es lo que pedimos. Bien difícil y solo es capaz de realizarlo la diestra del Señor.
La sugerencia es que después de leer el texto de la biblia, te dediques a recordar los contactos que hayas tenido con otros cristianos y las cosas buenas que has visto en ellos y a pedir por ellos.
En https://www.youtube.com/watch?v=rhfg5V9aojA encontramos el mensaje del papa Francisco para la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año 2018. El gran punto de unidad es el bautismo común.
En https://www.youtube.com/watch?v=G7qGzmrAeJ8 encontramos una historia actualizada del ecumenismo.
Dos sugerencias: Leer más la Biblia y estudiar tu catolicismo: “Católico ignorante, futuro protestante” dicen por América.
Dos temas para estudiar: 1 ¿En qué parte de la Biblia se dice que lo que comemos en la Misa es el cuerpo (y la sangre) de Jesús? 2 Jesús no dijo nada del Nuevo Testamento. Tampoco dijo nada de los libros que había que meter en esa colección llamada N T, ni de los que NO había que meter. Menos todavía dijo que lo escrito en ellos era “Palabra de Dios” ¿Quién te ha dicho a ti que lo es? Porque tú y yo nos lo creemos.

Éxodo 15 1 Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor:
«Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria, | caballos y carros ha arrojado en el mar.
2 Mi fuerza y mi poder es el Señor, | Él fue mi salvación. | Él es mi Dios: yo lo alabaré; | el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
3 El Señor es un guerrero, | su nombre es “El Señor”.
4 Los carros del faraón los lanzó al mar, | ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
5 Las olas los cubrieron, | bajaron hasta el fondo como piedras.
6 Tu diestra, Señor, es magnífica en poder, | tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
7 Tu gran majestad destruye al adversario, | arde tu furor y los devora como paja.
8 Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas, | las corrientes se alzaron como un dique, | las olas se cuajaron en el mar.
9 Decía el enemigo: “Los perseguiré y alcanzaré, | repartiré el botín, se saciará mi codicia, | empuñaré la espada, los agarrará mi mano”.
10 Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar, | se hundieron como plomo en las aguas formidables.
11 ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? | ¿Quién como tú, terrible entre los santos, | temible por tus proezas, autor de maravillas?
12 Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra; | 13 guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, | los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
14 Lo oyeron los pueblos y temblaron, | el terror se apoderó de los habitantes de Filistea.
15 Se turbaron los príncipes de Edón, | los jefes de Moab se estremecieron, | flaquearon todos los habitantes de Canaán.
16 Espanto y pavor los asaltaron, | la grandeza de tu brazo los dejó petrificados, | mientras pasaba tu pueblo, Señor, | mientras pasaba el pueblo que adquiriste.
17 Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, | lugar del que hiciste tu trono, Señor; | santuario, Señor, que fundaron tus manos.
18 El Señor reina por siempre jamás».

Texto correspondiente a otra traducción distinta. 

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