10 marzo 2018. Sábado de la III semana de Cuaresma – Puntos de oración


Nos acercamos a la oración probablemente llenos de tribulaciones, de ese ruido interior que el mundo externo nos trasmite. La experiencia nos ha enseñado una y otra vez que el amigo con el que nos vamos a encontrar es “Aquel al que los vientos y el mar obedecen”, esperamos de una forma más o menos consciente la dádiva de la paz, esa serenidad que nos da el don de discernir lo verdaderamente importante de lo accesorio.  
Empecemos por dar gracias a Dios, por poder tener entre nuestras manos la “Sagrada Escritura”. La Biblia contiene la “Revelación de Dios al hombre”, es decir la acción de “revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad” (Dei Verbum-Vaticano II). Ahora bien, nuestra fe nos lleva al encuentro personal con un Padre que nos ama y un Hijo que representa el momento culminante de la revelación.  Nuestra fe nos permite una espiritualidad dialógica, donde escuchamos y hablamos con nuestro Dios.  No tenemos “una religión del libro”, la Biblia no es un libro “caído del cielo” que nos marque incuestionablemente nuestra vida, como puede ser el Corán. 
Así en la primera lectura del profeta Oseas, un profeta muy afectivo, nos presenta sus oráculos como amores entre Dios e Israel utilizando el símil de un matrimonio. Los hechos que nos relata el profeta son una escenificación dramática que trasmiten una idea teológica: Israel ha sido infiel a su vocación y ha adulterado, apartándose de Yahvé, su único marido. Dios enseñará al infiel el camino de la reconciliación: Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos”.
El salmo insiste en el Quiero misericordia y no sacrificio”, parece que la Iglesia, madre y maestra, nos repite una y otra vez la idea para que nos cale, nos penetre. “Educar es repetir, repetir, repetir”, nos diría el padre Morales.
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión, borra mi culpa”. Comienza el salmo con una apelación a la misericordia, siendo este verso una síntesis del resto. 
“Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías”. El sacrificio sin la conversión interna no sirve.
El evangelio del fariseo y publicano de Lucas está en la misma línea de pensamientos que las lecturas del Antiguo Testamento. También es un pasaje perfecto para recordarnos la espiritualidad de las “manos vacías” de Abelardo. “Cuando uno se dirige a Dios desde la más profunda miseria, desde la hondura de su nada y pequeñez, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”. (Abelardo-aguaviva-pág.265).
  “Vosotros, todos los que vuestras miserias os han hecho pequeños, sabed que Dios os ama, os espera, os acoge como no puede hacerlo ni la más tierna de las madres”. (Abelardo-aguaviva-pág.265).
Demos gracias de nuevo a Dios, por la Revelación, por la Palabra escrita, por la Palabra vivida, por aquellos que nos la han transmitido, especialmente por la Madre que nos ayuda a entender estas cosas con el corazón.

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