Venimos a este momento de oración
para estar con el Señor, no para estar con otras personas, no para estar con
uno mismo; vengo a estar contigo, Jesucristo, que me has dado este privilegio
de intimidad.
Pasaje misterioso:
a) Jesús a escondidas. Valentía prudente; hoy escondido en
nuestro corazón para que le podamos transmitir. “Llevamos un tesoro escondido.”
b) Jesús sigue enseñando en el templo. Gran deseo suyo de
predicar y convertir en la morada de su Padre.
c) Jesús grita. “A mí me conocéis”; ¿qué más queremos? ¿qué
más necesitamos si ya le hemos conocido? “Al Verdadero no le conocéis”; podemos
siempre conocer más en profundidad a Dios Padre; no somos nosotros la fuente de
la verdad.
d) “Entonces intentaban agarrarlo, pero nadie le pudo echar
mano, porque todavía no había llegado su hora”. ¿¡Cómo sería esta escena!? No
podían atraparle aún, ¿por deportividad de Jesús, o por torpeza de los que le
querían echar mano, porque alguien no lo permitía...? No había llegado su hora;
Dios tenía previsto que enseñara su sabiduría aún más días en la Tierra; más
adelante llegaría su hora.
Como
dice un amigo nuestro: “Hay que hacer lo que hay que hacer, que no es poco,
pero hay que hacerlo.” El Señor sabe lo que debemos hacer, cuándo, de qué
forma; nos lo inspira si tenemos nuestros oídos atentos a su dulce voz.
Santa
María de la Cuaresma, enséñanos a escuchar en el silencio, como tú has hecho
siempre.