La alianza que hace Dios con Abrahán
tiene la forma de promesa; Dios permanecerá fiel a sus promesas, aunque el
pueblo no le corresponda. Por eso la alianza hecha con Abrahán permanece para
siempre, él es nuestro padre en la fe, él creyó que Dios puede dar vida a los
muertos, para Dios nada es imposible. Es la fe que abre el nuevo Testamento.
Dios es fiel a su alianza eternamente.
Las palabras de Jesús, con relación a
Abrahán, ponen de relieve que Jesús está en el lugar del Dios que ofrece la
salvación. El “yo soy” indica esa fidelidad eterna; “yo hago las obras de mi
Padre” y exige una fe como la de Abrahán.
En este tiempo de cuaresma estamos
llamados a acrecentar nuestra fe, una fe viva; esa fe que obra por la caridad y
se abre a la esperanza.
Tomemos es estos días el evangelio en
nuestras manos y leamos sus páginas más importantes, las relativas a la pasión
de nuestro Señor. Leamos estos pasajes con mirada de fe que cala en los
detalles que buscan suscitar en nosotros: el amor infinito de Dios por la
humanidad y la necesidad de conversión en nuestras vidas. Digamos con fe: creo
en el amor de Dios para conmigo. Madre contigo junto a Jesús que sufre y muere
por mí.